A vueltas con los ochenta

Mi lector, El Ente Cibernético, hace un comentario a propósito de mi entrada «Ochenta años no son nada». Con las pocas luces de un despertar forzado por un cuerpo dolorido y las ganas de orinar, a la 4 AM me dispuse a responderle. Llevaba 45 minutos escribiendo, tenía en el escritorio dos páginas abiertas y ordené que desapareciera una. Y ocurrió que eliminé la que estaba utilizando para responderle al amigo cibernético. Estaba somnoliento, no era el mejor estado para responder, y lo dejé para esta mañana con el propósito de responder con coherencia.

Ya lo preguntaba, ¿por qué te llamas «El Ente Cibernético”, eres un robot avanzado? A mi me es igual si lo eres, desde que vi a «Sofía», esa maquina perfecta creada en Hong Kong para hacer compañía a tímidos y solitarios e incapaces de una relación sexual con algo con hueso y carne, ya me da igual si usas sangre o aceite lubricante.

Ya leí algo sobre la obra de la Beauvoir, «La vejez». Le concedo el derecho a opinar con sus setenta y pico años. Lo dije en otra entrada anterior: sólo los viejos pueden opinar sobre la vejez. Y tiene razón al decir que esa opinión es variable, que cada individuo tiene la suya. También te doy a ti la razón cuando sostienes que la vejez se manifiesta ora en el cuerpo, ora en el alma, o en ambos a la vez. ¿Que edad tienes? Lo pregunto para validar o no tu opinión, porque si tienes por debajo de los setenta, seguramente lo has leído en alguna parte.

Dices que me repito al tratar el tema de la edad. Mira, ochenta años es una putada. Hasta le han puesto nombre: ochentón, octogenario. Es como decir, ¡eh, tío, estás en la frontera del al otro lado nada! Si no me quejo es porque soy un insensato que me he sugestionado con la edad que me «echan» los demás: «no tienes muchos más de setenta», dicen. Aún así, esa edad biológica tampoco es para tirar cohetes. Podía contar muchas cosas que me pasan, pero me da vergüenza y rompería el sortilegio que condiciona la opinión de las damas.

Lo que utilizas de Agustín Lara es una pasada, hasta a mí me ha puesto cachondo, lo utilizaré según el caso, pero eso de que «cada noche un amor», es una entelequia de visionarios

Merecías, amigo robot, o lo que seas, una página especial. Si me ha quedado algo por decir, quizá lo mencione en las próximas entregas sobre el acontecimiento cercano de mi cumple. Ochenta años no son nada… ¡Y un huevo!

 

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