La esquizofrenia desorganizada de un escritor

 

Me fui al campo, allí donde creí haber soñado que se encontraba.   La posada no parecía haber cambiado, después de tanto tiempo. De sus gentes sólo recuerdo a un señor de cara colorada, una señora sonriente, gorda y  simpática y una niña que me pareció una muñeca que yo hubiese querido que fuese mía. La puerta estaba abierta y entré sin llamar. Enseguida apareció alguien…

Era una joven hermosa la que salió a mi  encuentro. La vi confusa,  no sabía qué sensaciones percibía al verme, tanto tiempo sin conocerme… También parecía  un poco asustada…  Era una belleza útil, diseñada a la moda que impone la gran ciudad. Era la esencia misma de la belleza. Su cara tersa, redonda, arrebolada natural, con dos perlas negras que te atraían fascinado a su universo. Una boca sonrosada, abierta como una rosa al rocío de la mañana. Su cuerpo firme, de carnes bien construidas, no modeladas. Sus pechos sugerentes sin necesidad de insinuarlos. Su pelo negro, lacio, desviado de su natural caimiento por una peineta de concha. Ante su presencia, toda mi alma se volvió corazón.  Pero tuve que volver, ya era tarde.. Ahora,  sigo soñando con ella… Y despierto, pero no está. Me enfado conmigo mismo y tiro de mantra poético para sosegarme:

Joven de ojos azules como los cielos al mediodía, cabellos trenzados como gavillas de trigo, cuerpo que se curva en redondeces, sexo: mujer al alba, entre dos luces, quisiera ser un dios visionario y amalgamar tu sexo con el mío.

Mujer de ojos calidoscópicos como los cielos al atardecer, cabellos… ¿dónde tus cabellos? cuerpo que se curva en hondonadas, sexo, toda sexo expectante, mientras mis ojos buscan ninfas cuando me entregas tu cuerpo.

Pues, malditos bastardos, podéis dejar de emborracharos con vodka ruso para apagar la sed, de comer tres veces al día, así estaréis mas vistosos, de comprar bragas  para travestiros, de ir de putas con moneda falsa, de ir de chulos con pistolas eléctricas, etc. Mal calculado, eso os permitirá pagar una ronda de coca-cola a vuestras amantes y la cuota parte del alquiler de la hacienda olvidada. Para viajar,  en autostop, no lo olvidéis, con un dedo metido en el culo y otro marcando la ruta, o metidos de polizones en tren de mercancías, con cerdos, a ser posible, que no miran ni escupen. Y vestidos con lo mismo de siempre, pero lavado con lejía para que no apestéis a bacterias. Y a los buenos burgueses no hay que matarlos, que vayan al rastrillo y se compren disfraces, cambien sus dólares por moneda nacional devaluada, dejen la chequera y las tarjetas visa en casa y se perfumen con colonia a granel para parecer otros. Y  deberán tener el firme propósito de no hablar de las estancias de sus casas, ni de los cuartos de baño que tienen con bidé, ni del perrito con pedigrí y las cositas que sabe hacer el perrito: de esa forma seremos un grupo desclasado, esperpéntico, de otro mundo mejor, de fábula y cojonudo , cachondo y multivalente según lo exija el guión. No os importe ser unos incomprendidos. Faltaba esta bienaventuranza, ahora ya sabéis cómo ser hijos de Dios.

***

Me llenan de terror los hormigueros, esos negros presagios que van y vienen hurgando en un sentido, a veces en el contrario, hasta penetrar en lo más profundo de mi ser.

Tan recóndito es mi ser que no vislumbro qué hacen los presagios cuando llegan, que muerden y emponzoñan mis tejidos y luego mueren de su propia nausea.

Y observas cómo los pájaros del instinto se aposentan en las cuencas de tus ojos que abiertas de par en par miran cómo la vida sigue a tu costa o a pesar de ti.

Y entonces, me pregunto ¡hay de mí! ¿por qué en lugar de nacer hombre no alcancé mi existir como un presagio; al menos alimentaría el vuelo de la paloma que cayendo en los abismos es capaz de alcanzar de nuevo los cielos.

Pero no puedo esperar que la paloma a mi costa, o a pesar de mí, deje mi cuerpo, su morada, y sola emprenda el vuelo.

Así pues, que reviente ya la noche, oscuridad en la que está sumergida mi alma. Y antes de que salga el sol, ya que no hay luz cegadora de verdad, reclamo para mí un alba y que el rocío de la mañana enfríe mis sentidos
y me traiga algo de calma.

Que no quiero morir en un lecho de plumas… incierto, rodeado de gentes que no me compadecen… que distraídas canten preces por mi final destino, mientras piden cita al crematorio para mi cuerpo…

Quiero morir en medio de un desierto… rodeado de alimañas hambrientas…que esperan perpetuar el  misterio continuo, el de la vida bajo los cielos infinitos…

Que la mosca esmeralda, guiada por mi aliento, penetre en mi boca abierta… mientras el buitre espera, que desentumezca sus alas y vuele hacia mi cuerpo buscando mis ojos… que el chacal, taimado,  se acerque y elija mi mejor parte, y el escarabajo avanza hacia mi esfínter abierto… Que mis ojos, antes de ser extraídos de las cuencas, miren por última vez las estrellas, siempre parpadeando señales indescifrables, y me diré: vosotras vivís sin pena ni gloria, yo soy un ser humano, y otra  mi gloriosa historia…

Y un último deseo para ser un humano bueno: quiero, mientras viva, aferrarme a una única esperanza: la de perpetuar la vida en el desierto y que algún día sea un verde prado donde crezca el espliego… que dicen ahuyenta  los presagios.

Ya, cuando el despojo de mi cuerpo exhale el último aire fétido de este mundo, comience para mí la vida eterna… ¡Aleluya!

***

Loores que me suenan lejanos. O son mis oídos que aparto del eco pensando en dardos envenenados que matarán mi autoestima.
Es mi yo tan delicado… Que apenas dibuja en el aire alguna voluta de humo negro cabalgando sobre el pesimismo. Yo lo llamo escepticismo por parecerme más intelectual. Siendo que me da exactamente igual cómo se llame lo que yo siento. Pues lo único que presiento es que de mi vanidad sólo yo soy el dueño y no la cuido demasiado. Tomaré la medicina contra esta maldita esquizofrenia que no permite sosiego y cuando parezca que estoy curado, volveré sobre lo mismo hasta que esté del todo acabado.

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