Manual del buen divorciado

Querida Teresa, y disculpa si no encuentras apropiado el tratamiento.

Te escribo esta carta porque creo que si no es posible retroceder en el camino andado últimamente, me siento en la obligación de decirte algunas cosas a modo de despedida.

No aprovecharé esta carta para reprochar nada ni para disculparme. Lo que ha sucedido lo asumo como inevitable y también por mi culpa, aunque en honor a la verdad, debo añadir que  no por mi entera culpa. Al margen de tus imputaciones, de las que algunas no son fundadas, creo que lo que mejor define nuestra separación es lo que hemos puesto en el “Acuerdo de separación”, y que dice “Por desavenencias”. Admitiendo que es así, no parece que esas razones sean obstáculo para que nuestras vidas se separen radicalmente. Vamos a separar los bienes comunes, todos materiales, pero nos quedan otros bienes indivisibles, como son nuestros hijos y aquellos recuerdos gratos que compartimos durante treinta y tantos años. Por ellos, deberíamos mantener algún tipo de comunicación cordial, exenta de reproches, totalmente liquidados estos con nuestra separación convivencial. Quisiera que me permitieras, dentro de la libre disposición, el poder dirigirme a ti con normalidad para tratar los asuntos que surjan y que nos afecten, o , simplemente, para hablar. Ha de llegar el momento en el que los abogados dejen de ser  los intermediarios y surjan motivos para intercambiar opinión. También, cómo no, para prestarnos algún tipo de ayuda que pudiésemos demandar el uno del otro.

Por supuesto que todo lo anterior se basa en mi deseo, y comprenderé que tú tengas otros puntos de vista. Ya será un adelanto el que ambos, con sinceridad, los podamos manifestar.

Quiero aprovechar la ocasión para decirte que me preocupa más que nada que nuestros hijos se sientan más incómodos por nuestro comportamiento de lo que de por sí les incomoda nuestra separación. Debemos cuidar con celo el no involucrarlos en nada en lo que les obliguemos a posicionarse. No son ninguna coartada en nuestra “pelea”. Y mi deseo es que ellos no se vean perjudicados por nada que nos incumba exclusivamente a nosotros. Cuento con tu asentimiento en esto, fundamental para ambos.

No dudes en hacerme saber cómo tratar cualquier asunto que se te presente, y me gustaría, en este sentido, que contaras lo menos posible con terceras personas.

Sepas que mi deseo profundo seria reconducir en lo que quepa nuestra convivencia rota, sin por mi parte imponer ningún tipo de modelo.

Sin otro particular, y esperando no haberte incomodado con esta carta, que sólo pretende no romper todos los lazos, quedo a tu disposición.

Fdo. Cualquier divorciado

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