Radiografía de un octogenario

Hoy he cumplido 80 años. No es que lo quiera recordar a mis lectores, por ver si tienen el detalle de felicitarme. De momento voy bien, son las 11 AM y van tres, una amiga y dos familiares.
A fuer de ser un pesado con esta matraca de los ochenta, se me ocurre que una radiografía no me viene mal, aunque sólo sea para ver la posición que ocupo en el universo. ¿Y qué sintomatología se puede ver en esa radiografía, que es una multicopia de otras radiografías que se hagan otros al cumplir esa edad
Veamos.
Creo que lo más sobresaliente es las pocas ganas que tienes de casi todo. Te observas y concluyes que lo que te queda por vivir, por gozar, por dejar algo que te sobreviva, ya no aparece en tu agenda. Es como si el querer no es poder, no te planteas nada, y si algo quieres reiniciar, revivir, ni ayudando a tu imaginación con un placebo consigues, si no algo notable, al menos algo medianamente digno.
Y no hay marcha atrás para recoger el testigo que se te escapó de la mano, la meta está cerca, a ella intentarás llegar aunque sea arrastrándote. Una estupidez notable.

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