Receta de cocina del chef José

Hoy toca ser práctico. De los poetas siempre se dijo  que si no pasaban hambre no eran verdaderos poetas. Hoy de los escritores, en general, se podría decir lo mismo. A salvo aquellos que tienen cien «negros» para escribir sus bestsellers  de un un millón de copias vendidas en supermercados y transportados entre verduras, carne y pescado. Yo, como no soy un poeta, aunque haya escrito cosas que se lo parecen, como no tengo «negros» que me escriban bestsellers, como, gracias a dios, no paso hambre, todavía, y no por tener un huerto ecológico como el  escrito y descrito en el post anterior, me voy a permitir llevar a mi mesa a mis queridos lectores, de uno en uno, que no se agolpen,  invitándoles a comer  un plato que es de mi creación, aunque a algunos os pueda parecer un plagio. Me da igual si  la descripción de mi arte culinario consigue que vuestros estómagos queden agradecidos; de eso se trata, que ya los poetas verdaderos se encargan de alimentar el alma y los de los bestsellers de engordar sus cuentas corrientes.

Esto, que no parece tener que ver con el título de la serie en la que ando empeñado, sin embargo, si podría encasillarlo en ese estado oscuro en el que mi mente divaga sin encontrar esa luz que ilumine mi quehacer diario que, al margen del huerto (ecológico), yo llamo escribir; digo escribir, no arar.

Así pues, queridos lectores, bien venidos a mi mesa y dispónganse a degustar mi exquisito plato «pimientos rellenos al horno».

Como se trata de hacer, no de imaginar, por si Lucidez está vigilante, tendréis que comprar, si no disponéis de ellas, unas cuantas cosas en la tienda de alimentación de vuestro barrio, que de seguro encontraréis y no son caras.

Para mis pimientos rellenos vais a necesitar lo siguiente:

Cantidades para dos, que tampoco se trata de invitar a todo el barrio.

Obvio, 2 pimientos morrones, mejor colorados. Si son grandecitos, será suficiente y no se querrá repetir.

Dos tazas de cafe llenas de arroz. Yo uso un arroz especial chino, pero vale cualquier arroz.

Cien gramos de jamón o carne de cerdo picada; mejor de jamón, serrano si os llega por ahí.

Una cebolla mediana, si es morada queda más vistoso.

Cuatro dientes de ajo.

Un vasito de vino blanco, seco

Una taza de tomate triturado

Sal y pimienta recién molida.

Preparación

En una sartén se sofríe la cebolla cortada en juliana. Cuando comienza a pochar, se añaden los ajos picaditos y se deja todo hasta que tenga un aspecto dorado, si quemar. Es entonces cuando se añade el vino blanco y el tomate. Se menea todo en la sartén a fuego medio durante cinco minutos y si se ve que se reduce demasiado, se añade un poco de agua. En ese sofrito se añade el jamón o la carne picada,  se salpimienta al gusto y se remueve bien durante unos tres o cuatro minutos para mezclar los sabores. Y ahora, importante, se vierte el arroz en el sofrito, y con la cuchara de madera se remueve todo. Importante: el arroz no debe cocerse, sino rehogarse con el sofrito, por lo que éste no debe estar nadando en líquido, pues se terminará de hacer en el horno. En otros tres o cuatro minutos, está listo para montar los pimientos.

A los pimientos le habremos cortado una coronilla en torno al rabo y sin pensar mal, suficiente para rellenar los pimiento con holgura, la extraemos  y reservamos. Limpiamos de semillas los pimientos y con una cuchara los rellenamos con el contenido de la sartén. Dejad un poco de espacio, porque el arroz se hincha y puede rebosar el pimiento. Se tapa con la coronilla que hemos reservado y se fija ésta al pimiento con unos palillos mondadientes. Los dos pimientos ya están listos después de ser embadurnados con aceite. Se precalienta el horno a 200 grados centígrados durante seis o siete minutos, y los pimientos, ya en una bandeja para horno, se introducen a media altura, bajando la temperatura a 180 º y el temporizador a 35/40 minutos. Importante tener en cuenta que cada horno no mide siempre igual la temperatura y los tiempos, por lo que no os podéis ir a ver la tele mientras se asan los pimientos. De tiempo en tiempo una ojeada para ver cómo va el tema y no dejar que se quemen. Su aspecto debe ser el de la foto.

Se sirven ya cortados longitudinalmente en mitades, procurando no ser unos manazas que destruyan la bonita estructura que presentan si el corte es limpio. Se riegan con el poco caldo que aparezca en la bandeja. ¡Por dios, no se os ocurra poner ketchup a disposición de vuestro invitado!

Buen provecho.

Nota: No acompaña beber agua, mejor un vinito tinto del que tengáis reservado para las ocasiones. Ah, y se admiten sugerencias, mejor si son vuestras, buenas, bonitas y baratas, como mi receta.

Puede que continue… dependiendo del éxito

 

 

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