Viaje a la vagina de Ariadna

Textura de la vagina microbservada

Superhombre o semidiós, esta pasada noche visité la vagina. No, no fue una grosera visita de entrar y salir para sólo captar de ella que es acojedora por cierto tiempo. No entré en ella a ciegas de mi deseo. Estaba soñando y podía hacerlo: penetrar en su misterio. Los misterios, en general y para el hombre mortal, dejan de serlo cuando se abren a los sentidos. En lo sueños los sentidos sólo aprecian el misterio, sin querer comprenderlo, porque saben que nunca podrán hacerlo. Era Ariadna y era su vagina la que visité en mis sueños. Una vez en su vagina, el misterio se mostró cual era. Mi subconsciente quiso esta vez que fuera Ariadna, quizá porque su leyenda permitía que yo la poseyera si soñaba con ella.

Y estando allí, como hombre incapaz de sentirse a gusto y para siempre en un mismo lugar, quise salir. La vagina de Ariadna era un laberinto con una maraña de hilos. Tomé uno, otro, muchos de esos hilos, y todos me llevaban más y más a su interior. Era fántástico aquel microuniverso, pero mi destino era el del hombre que termina dándole la espalda a todo lo que no le pertenece. Quería a toda costa salir y no podía. Grité a Ariadna: «Cuál, mi amada Ariadna, debo seguir para encontrar la salida?»  Y Ariadna me respondió: «No quiero que salgas de mí. Soy un personaje eterno y no me satisfacen los temporales placeres de los hombres mortales. He pedido a los dioses que permanezcas enredado y para siempre en la textura de mi vagina dándome placer eterno. No podrás encontrar la salida. Y puesto que es así y estás atrapado, mejor sería que te fueses haciendo a la idea, y no quieras salir a la certeza de que el misterio es insondable para el mortal hombre de los deseos finitos».

Luego desperté; tan sólo era un hombre.

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