DESPEDIDA SIN LÁGRIMAS
Adiós, amigos, que me habéis seguido en esta mi peripecia literaria. Como en todo en esta vida, nada discurre placido y sosegado para siempre. Los toboganes de las letras suben empinados deseos y bajan vertiginosos desengaños, donde mueren, son como los ríos con vocación de ríos que, en su discurrir, se encuentran con una pendiente y sus aguas retroceden sobre sí mismas para formar un lago estancado, hecho que no satisface al río. Y tampoco acabar en el mar -ya lo dijo un poeta- es una especie de suerte para el río. Para el que escribe, una cosa es la fantasía y otra muy distinta el engaño, o así debería ser. Las letras forzadas promueven hastío, cansancio y pocas ganas de seguir. Llegado a este punto, escribir es como radiografiar el alma, y todos estamos enfermos de algo inconfesable que no querríamos confesar.
Por todo eso y alguna cosa más, adiós amigos, ya no volveré a escribir, he de mirar de frente para no perderme en los laberintos del pensamiento...
José (Diciembre de 2012)
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