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El autor de esta página quiso justificarse cuando la lanzó al aire. Entonces escribí aquí algunas cosas que  me convencieron y quizá convencieron. Hoy ya no tienen sentido, por eso las he borrado.

Algunos de mis lectores no aceptan mi decisión de dejar de escribir. Lo siento, no está ya en mí retomar la tarea. Si hubiese muerto, nadie se plantearía argumentar sobre mi decisión. ¿Se necesita morir para justificar cualquier cosa que se deja de hacer? No lo creo. Lo cierto es que vamos dejando de hacer muchas cosas a lo largo de la vida, y nadie nos pide una justificación.  Y aquí lo dejo si he de ser consecuente…

Pero si en otra ocasión abundaba en la idea y escribía…

Torcido el rumbo de mis afectos,
como si quisiera ser odiado,
digo adiós sin volver la cara
ni extender la mano.
Detrás, quizá un rostro perplejo,
mira mi espalda adivinando mis ojos.
Si tuviese valor, me volvería,
pero mis ojos solo están llenos de lágrimas,
lagrimas de sal y agua, nada más,
y ella pensaría que lloro por ella.
No, nunca supe qué era llorar,
salvo cuando mis ojos me escocían
de mirar fijo el destino y sus límites.
Ahora no es el caso.
Todo queda atrás, sin nostalgia ni ira.
Ella, la vida, cada vez me importa menos.

Y como no era el postrimero lamento de un desauciado, hoy, Agosto de 2015, he decidido aprovechar el tiempo que me quede para, desde la perspectiva que da mi avanzada edad, traer a esta página aquellos escritos que deseo conservar. Espero que el lector me ayude con sus comentarios a ver aspectos que me hagan reconsiderar la bondad de este o aquel escrito.

JDD