Los recuerdos ya no duelen

Charlaba con un amigo esta mañana y casi toda la conversación giró en torno a los recuerdos. Recuerdos de una vida, la de mi amigo, que asemejaban un puzzle inacabado. Alguna piezas no encontraban acomodo, quizá por su configuración similar a otras piezas. Si intentabas colocarlas, siempre te encontrabas que una parte de su perfil no coincidía con el hueco que habían dejado ya las colocadas. Lo intentas con otra y sucede parecido. Inquieto, no ves cómo terminar con aquel puzzle. Y terminar con él resulta vital para ti, porque una vez terminado lo que verás es tu imagen. Sólo consiguiendo esa imagen podrás olvidarte de las piezas que lo han formado, y podrás dejar de sufrir con los malos recuerdos, esas piezas de difícil encaje.

Que los recuerdos ya no duelen podría convertirse en un axioma. Todos podemos comprobar que en un momento dado a nuestra mente llega algún recuerdo doloroso, pero si nos fijamos bien, lo de «doloroso» forma parte del pasado, cuando se produjo el hecho y poco después. Ahora, al rememorarlo, puede que sucedan dos cosas: que nos sirvió de experiencia para no repetirlo o que fue inevitable. En ambos casos apenas afecta a nuestras emociones y pasamos de puntillas a otras cosas de la realidad cotidiana. Esos recuerdos por malos que sean ya no nos duelen. El recuerdo que se empeñan en ponértelo delante los que sufrieron de algo que te arrepientes, no es más que una venganza, donde el perdón siempre es reclamado y nunca concedido; si se da esa situación, nuestra mente tiene el recurso de endosar la carga de la culpa al otro y tú pasar sin ningún quebranto del recuerdo.

Quizá lo que digo es pura teoría que puede coincidir o no con la experiencia de cada uno, lo que si aceptaréis como incontrovertible, es que los malos recuerdos van y vienen a nuestra mente, son fugaces, apenas dejan rastro, todo lo más una imperceptible cicatriz. Los buenos recuerdos se alojaron en nuestro corazón, y ahí se han quedado permanentemente. Disfrútalos, siempre te alegrarán la vida.