Estaba yo en esa nebulosa del espíritu en la que nada se concreta, que imágenes difusas te mantienen expectante a la espera de ver lo que no consigue ver tu imaginación, cuando, de repente, se dibujó una silueta irreconocible, pero con aspecto material. Ya era algo a que aferrarse, y necesitado como estaba de darle a mi vida un motivo para que no se desvaneciera en átomos de la nebulosa y confundido con ella, traté de atraparla. En el primer intento sólo conseguí tocarla. Ya tenía la certeza de que allí tenía lo que buscaba; no, lo que buscaba no, lo que esperaba encontrar. Al menos quedaba a salvo mi pesimismo. Lo volví a intentar. Esta vez tuve la sensación de tener algo entre mis manos, pero se escurrió entre los dedos y mis manos volvieron a quedarse vacías. No había lugar para el desespero y la rendición. Llevaba tiempo sin tener la posibilidad de poseer algo tangible y ahora se presentaba la ocasión, ocasión incierta, pero en lo incierto siempre hay una certeza. Me concentré eliminando toda negatividad, ya casi patológica de los últimos años, y me dije: «atrapa esa cosa como sea, es tu salvación». Un acto de voluntariedad que no siempre da resultado, pero, en esta ocasión, podía, al menos, probar.
Al final de probar no sé cuantas veces, en mis manos sólo pude tener algo que me sorprendió: una paloma blanca, que agonizaba. Abría el pico rítmicamente buscando obtener algo de aire, su cuerpo apenas mostraba espasmos de vida. Ya en posesión de todas mis facultades, se me ocurrió presionar su pecho con mis dedos a intervalos cortos, técnica elemental de salvamento. Su respiración se hizo más sostenida, ya no era de agonía. No supe interpretar si estaba recuperándose o muriendo. Acerqué su pico a mi boca y le insuflé aire. Una leve sacudida me indicó que estaba viva. Abrió sus ojos, velados aún por una visión imprecisa. Me desabroché dos botones de mi camisa y la introduje en contacto con mi pecho. No sé el tiempo que pasó, porque durante ese tiempo me dio por darle sentido a la vida, filosofando sin la menor coherencia. La paloma, muerta o viva, sólo me daba una certeza: cuando estamos vivos, creemos que somos materia animada, pero la realidad es que somos sólo una nebulosa.
Filosofía pura. José tus palabras rebelan tus sentimientos. Como quisiera volar como la paloma y llegar a tu lado y reconfortarte. Es muy triste tener un querido amigo enfermo y tan lejos, pero estás en mis pensamientos y en mis oraciones. Abrabeso con amor.