Algo y nada, minicuento

Cuando , como en mi caso, no se tiene nada que hacer, nada que decir a un interlocutor que te escuche, ningún proyecto que iniciar o seguir, ninguna perspectiva que visualices, y así podría continuar el catálogo de nada es nada, el pensamiento se alía con la imaginación y te parece que algo es algo.

Por qué imaginé que una mujer, encerrada en su jaula de soledad, con un niño en su regazo, y otra mujer que, lejos de acompañarla, acrecentaba más la sensación de soledad, podía ser ese algo que fijaba una salida de la nada, no lo sé. Tampoco importa dar sentido a los pensamientos que no cambian mínimamente la proyección de tu vida. Están ahí, por un instante, y luego se desvanecen. Pueden servir para un minirelato con el propósito de permanencia, si consigo que se instale en un hueco de la nada que aqueje a mis lectores y amigos.

La que parece la madre del niño, lo mira incrédula. No acepta que está muerto por la miseria. Escuálida, poco antes había estrujado el pezón de uno sus pechos arrugados. No tenía leche. En su lugar, una perla de suero salió de aquella fuente de vida agotada. La madre no dudó en  aprovecharla, y la recogió en la yema de su dedo índice. Con ella humedeció los labios secos y cuarteados de su bebé, que, agradecido, abrió los ojos levemente para mirar a su madre. Pereció suplicarle ¿mamá, no me das más? Resignado volvió a cerrar sus ojitos para siempre, no había vida sin esperanza.

Después de relatar lo que antecede, me digo pesimista: ¿algo es algo?, porque muchas cosas que parecen algo no sirven para nada.

JDD