Contemplaba la hormiga de acá para allá, seguramente desorientada. Las hormigas son muy poco dadas a despistarse, salvo las que tienen la misión de buscar alimento. Parecen despistadas, pero una vez lo han encontrado, vuelven al hormiguero dejando un rastro que permitirá a sus hermanas dirigirse raudas a él. Van y vienen, sin disputarle la carga que portan otras hormigas que ya se dirigen al hormiguero. Es una sociedad organizada y diría que perfecta. Las admiro y las odio, porque no respetan mi minihuerto.
Tenía que matarlas. En las tiendas especializadas venden toda clase de armas de destrucción masiva para hormigas. Se rocía el hormiguero y contemplas el efecto. Se retuercen un momento, y quedan paralizadas. Por un tiempo, el hormiguero parece haber quedado sin vida, nada se mueve en su entorno. No muy seguro de haber obtenido el objetivo que perseguía, retiro las primeras capas de tierra. Y sigo profundizando en el agujero. Me horroriza lo que veo. Cientos de larvas, cientos de huevos aparecen ante mis ojos atónitos. Qué he hecho? Algunas hormigas, aún vivas, cogen con sus pinzas los huevos y las larvas en un intento de poner su descendencia a salvo. No fumigo aquel espectáculo, me voy de allí esperando que mi conciencia no me reproche haber sido un asesino. En realidad sólo son hormigas, voy repitiendo mientras me alejo… Y dañaban mi huerto, añado, por si la anterior consideración fuese suficiente.
José, en una tarde calurosa de julio, que soporto gracias al aire acondicionado y un jarro de agua fría.
JDD