A ver si me explico

Sea sólo como ejercicio de buena sintaxis. (escrito en 2006, actualizado)

He estado en varios foros, todos de corte literaria o cosa parecida. De algunos me echaron por las formas, en otros monté una algarabía que llegó trascender hasta estamentos sensibles, otros eran tan bujarrones, que hasta yo parecía un dulce pastorcito. El caso es que me terminaba cansando y me iba, por pereza, de donde no me echaban.

Como ampliación a mis confesados orígenes literarios, debo agradecer a los foros una cosa que estimo crucial para alguien que pretende ser escritor: la agilidad mental. Sin agilidad mental un escritor se empantana en cualquier momento de la producción que lleve entre manos, y suele dar al traste, en ocasiones, con su mejor empeño: mantener el hilo conductor de un argumento hasta su desemboque final. Bueno, pues la agilidad mental (como la del cuerpo) es algo que se obtiene entrenándose, no es algo innato.

Para mí descubrir estos foros fue fundamental, porque yo carecía de esa agilidad mental, algo que comprobé cuando me puse a escribir mi primera cosa. Y fue curioso que a raíz de mi participación en foros, noté que esa agilidad aparecía y se potenciaba más y más a medida que asumía otros difíciles retos, como criticar a Cela, a Pessoa, a Dios si llegaba el caso. Todo era para mi un ejercicio en clave literaria, y lo sigue siendo, que si motivaba una respuesta, fuese airada o elogiosa, a mí me servía para constatar que mi propuesta no había caído en saco roto.

Y así me iba animando a asumir nuevos y más difíciles retos. No lo habéis leído, ni creo que os interese a todos, pero cuando escribí “Yo, Alejandro”, en sus más de 700 páginas creo haber derrochado una enorme agilidad mental, quizá no ortodoxa. La propuesta que hice fue hacer de un personaje pedante en extremo, la punta de lanza, aparentemente coherente, contra todo lo establecido como verdad. Ahí es nada.  El resultado no lo he constatado aún porque soy muy perezoso, y hasta inútil, para promocionar mis cosas, pero ya puedo asegurar que cualquiera que lo lea, está aquí, necesitará muchos argumentos para rebatir las pedanterías de Alejandro, y no, desde luego, a base de hacer cuchufletas como ha hecho algún lector al que debió indigestársele. Todo, pues, pasa por entrenarse. 

Y ahora que me he confesado de verdad, os aseguro, amigos, que todo lo que escribo lo es en clave literaria. Sólo digo la verdad cuando alguien me mira a los ojos.

Dicho lo anterior, quizá ahora no se me tome en serio, pero eso tiene una ventaja: no tengo que dar explicaciones.

José

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