El título de esta entrada se corresponde con el título original de la serie de Netflix. En la versión en español, lo han traducido como «Más allá de mi mujer». No es una traducción literal, obvio, pero dado que ni el título original ni el traducido responden, según yo, al contenido de la serie, me da igual uno que otro. Si los pongo, es porque alguno se muestre interesado en verla y la puedan encontrar.
Bien, la serie la he visto en tres o cuatro sesiones maratonianas. Son, en total, 18 capítulos, cortos, eso sí. Es una de esas ocasiones en las que sientes fascinación por lo que ves, y aunque no lo comprendas, es como cuando de niños te fascinaban los cuentos. Este es un cuento para mayores sin reparos, y no es porno ni ideológicamente perverso, es una historia inverosímil pero que te lleva a creer que es real.
¿Y por qué? Pues porque los personajes que pululan por ella son anormales, pero como son todos, no se puede establecer categorías. De modo que una vez estás en ella, participas de esa anormalidad como si fuese normal. El resultado es que te parece creíble y todo te resulta consecuente con un tipo de humanos que no dejas de pensar si son el eslabón perdido de los primates. Te hacen reír, llorar, pensar, no se les puede pedir más. A los actores tampoco, son geniales. «Más allá de mi mujer» debe tomarse no en sentido figurado, es que siendo el nudo de la serie, ésta trasciende a personajes que , accidentalmente, pasan por allí, y que cada uno de ellos es una historia completa, igualmente tonta, pero verosímil.
Si hubiese un lugar así en la realidad, me gustaría vivir en él; no debe haber mejor sitio para ser tonto, si todos los demás son tan tontos como tú.