El título de esta entrada aclara que voy a hablar de la peli estrenada en 2019, y no la oscarizada de 2021.
Buscaba ver la oscarizada, pues no tenía referencias de la de 2019.
Entre ligeros sueños de una siesta, con el móvil en la mano, busco dónde ver CODA. Prime video me la ofrece y me sumerjo en ella. Es una peli extraña, pero en tiempos de turbación, no tanto como para no ser considerada por La Academia y premiearla como mejor del año. Cualquier otro argumento pecaría de frívolo. Y el de ésta va de «un famoso pianista que intenta superar su miedo escénico al final de su carrera y encuentra una nueva inspiración en una crítica musical de espíritu libre. » Al final de su carrera es como decir que la sombra de la vejez se ha instalado en su rostro. Como suele suceder, o decir, nunca se es viejo para amar. Y entre el virtuosismo del viejo pianista, con la inseguridad que da la vejez, y la muy joven escritora de críticas para una importante revista, el viejo encuentra no una nueva inspiración, frase recogida de Filmaffinity, sino un renacer de la esperanza. Es algo peliculero que la joven le declare al viejo que lo ama y que el viejo vuelva sentir el hormigueo de la sangre. Qué tiernos, los académicos del Oscar… No podía creerlo. No podía creer que una peli como esa fuese premiada por La Academia, una peli de bajísimo presupuesto, buscando un mensaje con moralina, amable de ver, pero como un deja vu con pianista que ya no confía en sí mismo y joven a la que le atrae el genio, sin dejar muy claro que confesarle que le ama y el beso en la boca que le da es por una coincidencia que da el amor o porque el músico le conceda la entrevista solicitada. Pero no era está peli la que anoche se llevó el Oscar, era otra que también va de músico, pero de la que no sé mucho más,
Terminé de ver la del músico que, inexorablemente, termina hundido en el pozo de su ocaso, como hombre capaz de amar y ser amado, y como músico de mantener la gloria de su capacidad fuera de serie acreditada tiempo atrás. La conclusión, no puede ser otra, que a mi edad los cuentos ya no cuentan para dormir con la vana esperanza de un despertar de aurora boreal.