No fue tan fácil. Yo, que soy amante de la cocina, he tenido que poner mucha voluntad e ingenio para hacer un buen plato de patatas fritas.
Busqué en los cajones de la cocina las patatas que necesitaba. Sólo encontré dos, bastante gorditas, con unos prebrotes de unos 3 cms.. Esas patatas ya no se deben utilizar para cocinar, pero son idóneas para ser sembradas. No tenía experiencia sobre el cultivo de la patata, así que recurrí a Google para obtener información. Y la encontré, Google siempre responde e nuestras preguntas si las hacemos medianamente claras. Cogí las dos patatas e hice con ellas lo que me indicaba un tutoríal que encontré asequible. Las sembré en el jardín, aboné con compost la cama donde las introduje y las regué. A los cinco días advertí que comenzaban a aparecer las primeras muestras de que estaban creciendo y buscando el sol y el aire.
Cinco días más tarde ya en el lugar en el que había enterrado las dos patatas había dos plantas hermosas. Pero no me precipité. Volví al tutoríal para que me indicara cuándo podía excavar la planta para sacar las patatas nuevas que se habrían reproducido a partir de la patata madre. Quedé asombrado. Cuatro patatas claramente nuevas en una planta y cinco en otra. Todas algo más pequeñas que las patatas madre, como me pareció natural, tratándoselas de sus crías. Las colecté, las llevé a la cocina, las lavé, eran hermosas. Con un pelador las pelé y las corté con el corte en tiras. Preparé la sartén con el aceite de oliva virgen abundante y la puse al fuego fuerte. Cuando el aceite estuvo a punto, con cuidado fui echando las patatas y permanecí observándolas cómo burbujeaban. Siguiendo las instrucciones, sólo unos minutos con el aceite muy cliente y luego a fuego medio. Era la forma de que quedaran crujientes y blanditas por dentro. Cuando todo el proceso acabó, con un espumadera las fui sacando y depositando en un plato con el fondo cubierto con papel de cocina para absorber el aceite no deseable. Espolvoreé sal de Himalaya y las llevé a la mesa. No quise que fueran el acompañamiento de ningún otro alimento, quería probar y degustar unas patas fritas producidas por mí, sin abonos químicos, sin insecticidas, sin tratamientos conservantes. Me senté delante de ellas, y orgulloso del resultado, con un tenedor las fui introduciendo en mi boca. Puedo aseguraros que estaban deliciosas.
El juego debió proponerlo entre una ayudante de cocina y una moza. Si usted ganaba tenía quien le cocine y si perdía se quedaba sin su papita crujiente.