Muchas son las formas de hacer amigos, quizá por eso esas amistades a salto de mata son perecederas o sin penetrar en la piel. Hacer amigos a 8.000 kms de distancia, con un nexo común, la afición a escribir, pareciera una amistad cimentada en la fabulación recíproca de los personajes. Y así era. Yo fabulaba a Elsa y Elsa me fabulaba a mí. Los personajes no eran reales. De todos los muchos amig@s que se formaron en aquellos foros de encuentro, muy pocos tuvieron la ocasión de sentirse personas de carne y hueso; en espíritu ya era más improbable.
Elsa y su esposo hicieron un viaje al viejo continente. El espso de Elsa no debió entender el empeño de su mujer por visitar La Cosa del Sol. Es que allí vivía José. ¿Quién que haya fabulado un personaje no se sintió atraíd@ por la persona, verificar si su fábula se correspondía con la realidad? Aunque sólo fuese por romper el sortilegio y quedarse con la esencia. Sí, yo había creado en los foros un personaje puramente literario, un personaje atípico que, cuanto menos, llamaba la atención, a ellos y a ellas. No era ningún mérito por mi parte, me escondía todo un océano de por medio.
Cuando Elsa me anució que, con su esposo, pasaría por La Costa del Sol para saludarme, temblé. Dudaba si el José real iba a estar a la altura del José fabulado. Y no eran muchas las pruebas a las que sería sometido, bastaba cotejar aspectos físicos, carácter, capacidad de persuasión y si respondía en general al personaje que cada cual se había forjado de mí. Mi vanidad a prueba, una debilidad común a toda persona que se monta en un caballo blanco que no trota, que vuela.
En post anteriores propuse a Elsa un reto: escribir un cuento que mostrara su valía como escritora, nunca puesta en duda por mí. No se trataba de competir. Se me ocurrió que alguno de mis lectores querría desempolvar algún escrito que nunca pensó publicar, y ahora le brindaba la ocasión de usar mi blog para darse a conocer. También podría conocer lo que de su obra se comentaba.
Así pues, en las categorías de mi blog, he creado un espacio para vosotros: INVITAD@S. Os invito a llenarlo con vuestras creaciones. Seguro estoy que enriquecerá este blog.
Elsa abre el fuego con el ¨cuento¨ prometido. No es un cuento, es un relato del encuentro en carne mortal que tuvo con José. Si se rompió el sortilegio para ambos o se mantuvo, es algo que ni a ella ni mí nos corresponde aclarar, porque, por suerte, la fábula es imperecedera y siempre se impondrá a la realidad.
José
Crónica de un encuentro
Por Elsa Levy
La pareja de mexicanos conversa sentados en dos butacas del lobby del hotel Meliá Costa del Sol de Torremolinos.
-Oye, mujer, ¿y cómo vamos a saber quién es tu amigo?
-Mira, como referencia le dije que me pondría un vestido verde, pero cuando veamos que entra un señor de barba erizada, con cara de pocos amigos, y con él una bella dama española, ese es José Diez. Te quiero decir que no te extrañe que sea brusco y regañón, así es él, y a los amigos se les acepta como son.
-¡Vaya amigo que te hiciste!
Pasaron quince minutos y Elsa desesperaba. La botella de Tequila, regalo para José, se calentaba en su regazo. De pronto, un hombre y una mujer se aproximan sin dudarlo. Francisco y Elsa se ponen de pie. La dama, de risueños ojos españoles y franca sonrisa afirma más que pregunta: Eres Elsa.
-¿José?- exclama la aludida con el asombro retratado en las pupilas clavadas en el. hombre alto de rostro atezado, cuya expresión bondadosa rompe en la quijada aguerrida y desafiante. Una voz grave y modulada responde:.
-Sí.
Un abrazo emocionado los une. Dos besos rápidos marcan sus mejillas. Luego, el saludo social para la esposa. El cruce de regalos. Más tarde, después de un breve recorrido por algunos sitios de la ciudad, ambas parejas degustaban una rica cena en un restaurante de pescadores. La conversación pasa de un tópico a otro; en los breves momentos en que la charla se divide, Elsa y José hablan de sus proyectos personales, los últimos sucesos de los Lázaros, su literatura. De nuevo las voces de sus acompañantes los reclaman, y ellos salen con dificultad de su ensimismamiento. Fue una noche placentera, los dos amigos cibernéticos, al fin tenían una idea precisa de la envoltura terrenal del otro. Una corriente de simpatía fluyó entre ambos matrimonios.
- Pm, había que despedirse. Las fuertes manos de José oprimen las de Elsa trasmitiéndole su energía. Promesas de un reencuentro una semana después.
Durante esa semana, Elsa repasó una y otra vez la impresión del encuentro. José no era como él se había mostrado ante los Lázaros, ni física ni espiritualmente. ¿por qué ese disfraz? Se repetía. Su atractivo varonil indiscutible, la paciencia con la que sobrellevaba las múltiples indicaciones de su esposa, el aura que equilibraba su silueta, su lenguaje fino y mesurado, su mirada tierna y huidiza. Tiempo faltó para hablar de lo suyo, se quejaba, y suspiraba por el reencuentro. Y así fue:
A pesar de la fuerte bronquitis de José, las dos parejas se reúnen de nuevo; esta vez para comer. Una vez más, la conversación amena: que el viaje, que la familia, que el trabajo, que la casa. En pocos momentos la conversación se dividió. Un hueco sin llenar quedo entre ambos. Más tarde, el matrimonio Diez mostró su hogar a los Ramos. El hogar habla de la personalidad de los dueños. Una vez más, Elsa pudo “mirar” dentro de José. La calidez, la armonía, se mezclaban con la sobriedad, el confort, y el decorado de buen gusto Una bella casa para vivir feliz. Cada cosa en su lugar, un reconfortante paisaje tras las ventanas. El pequeño mundo de José, (su estudio) sitio en que almacena sus sueños, su música, sus libros, sus letras, decía más de él. A José no le cabe el alma en su grande cuerpo. José muestra su amado ordenador, se ofrece a enviar un mensaje vía e mail para la familia Ramos, inserta un cassette y las notas de «Coincidir” llenan el santuario.
José muestra a sus nuevos amigos el producto de su trabajo físico: En el jardín ,una terraza construida palmo a palmo con sus manos. Un sitio atrayente perfecto para pasar las horas bebiendo y departiendo con los amigos. Regresan al interior y conversan en la gran estancia, también remodelada por José, sitio que evoca una incitadora taberna española. Sobre los muros y libreros, diversas fotografías hablan de la vida familiar. Sobresale una en el que están impresos los rostros de su hija y de su hijo, los que nos muestran con orgullo.
Un sonido procedente de la puerta de entrada, avisa la llegada de una hermosa y joven mujer, antecedida por dos hermosos niños. Mi hija, mi nietecito, el hijo del esposo de mi hija, (al que quieren como nieto); hicieron la presentación. La simpatía de la madre, la galanura del padre, mezclados en un rostro cautivador. El pequeñín activo y risueño apegado al abuelo habla del cariño entre ambos. La hija bromista y abierta, dice “mi papá estaba enfermo y se levantó de la cama para ir con ustedes, no lo hace por cualquiera”. Elsa se sintió envanecida.
8 PM, y los Ramos se despiden. José ofrece a Francisco una botella de añejo vino tinto. Francisco declina el regalo prometiendo que algún día lo beberán en ese mismo sitio. Calurosa despedida a la esposa, la hija y los niños. José lleva a los Ramos al hotel. La despedida fue breve, palabras que sólo José y Elsa escucharon aun permanecen vibrando en aquella playa del mediterráneo.