Estaba impaciente. En algún archivo de un ordenador en el hospital estaba guardado esa especie de sentencia que nos condena o nos libera de la fatídica palabra: cancer. No podía esperar una semana a la consulta programada con el médico que me había operado. Tampoco tenía acceso a él por los medios habituales, teléfono, correo, whatsApp. Dubitativo, me acerqué al hospital, no tenía claro si esa actitud mía respondía a un gesto de valentía o de cobardía. Fue la inercia del desasosiego que me puso en camino.
Me identifiqué, pensé en lo impersonal de mi identidad. No era José, ni un cliente que hacía posible la existencia del hospital. La persona que me atendió tras el mostrador no debió tener suficiente con el documento de identificación que le había entregado y me preguntó por mi fecha de nacimiento. Figuraba en mi documento, pero debío considerar que si sabía mi fecha de nacimento era una persona mentalmente sana a la que se le podía confiar el preciado informe, cualesquiera que fuese el resultado.
Al fin me entregó un sobre. No lo abrí hasta encontrame sentado en un sillón del hall. Podía desmayarme.
Como todos los informes médicos, has de leer entre lineas o te pierdes entre siglas y términos sólo para el ámbito médico. Entre lineas pude fijar vocablos que si me daban una pista: tumor de bajo grado, no sobrepasa la masa muscular. A,B,C, libres de tumor. Ausencia de imágenes de D, E,F. Sin evidencia de G en 10 ganglios aislados. No muestra de alteraciones H.
Podía darme por satisfecho? Cada letra que utilizo en el párrafo anterior responde a un término médico para mí desconocido. Siendo así, era muy aventurado reconocer que la biopsia era totalmente favorable.
Pero sí tenía a mi médico habitual para cosultarle y pedirle una traducción del informe que me fuera inteligible.
Un whatsApp enviado que fue respondido con celeridad. Mi médico sabe de angustias ante incertidumbres serias de sus pacientes. Y con pocas palabras, aunque hubiese preferido todo un manual de uso, me dijo que el infome era muy positivo para mí, que tenía que cuidarme y hacerme revisiones periódica. Que la intervención quirúrgica estaba plenamente justificada. Y por si me quedaba alguna duda, terminó con un » Enhorabuena, José»
Y acaba esta historia, que he querido compartir con mis amigos por sus buenos deseos y la confianza que con buena inteción me transmitieron. Sigo viejo, pero vivo.