Acabo de ver un alucinante video en Netflix con ese título. Gracias a que hace mucho tiempo no participo de las redes sociales, Facebook, Instagram, Twiter, y otras, puedo decir que conmigo no va la cosa, que no estoy pillado por el dilema de las redes sociales. Pero viendo el video, me angustia comprobar que, aún así, cuando abro el ordenador o el teléfono movil, aún con todos los cortafuegos que implemente, soy objeto espiado y como tal manipulado. La angustia no me causa ningún trauma, sólo me está diciendo: «eh, tú, te tenemos controlado, usado, manipulado». Y yo me respondo a esa afirmación que yo mismo creo, diciendo: «no me importa, no soy un sujeto pasivo, yo os utilizo a vosotros para conocerme y para conoceros». Con esa disposición, tengo en mi página un dispositivo que filtra información no deseada o maliciosa. Son 13.058 ataques hasta el momento del los que me he librado. Pero la angustia es no tener la certeza de que son todos. Igual me sucede con el correo. Recibo no menos de una veintena de correos no deseados y que se van a la carpeta de no deseados. En ella nunca me da por abrir ninguno de los que allí duermen, y los borro enseguida de esa carpeta y de la papelera. Pero la angustia persiste: ¿qué hecho mal yo para ser objeto de deseo malicioso? Mi correo circula por la red como un señuelo. Y se vende a quien le interese para el fin que desee. Y no puedo evitarlo, quizá anulando esa dirección y que los remitentes reciban devuelto el correo que me enviaron. Pero esto supondría cerrar la puerta a todos los que sí me interesan, a no ser que a cada uno de ellos les dijera: el correo que estáis usando ya no está operativo, usad éste. ¿Cuanto tiempo, con esta maniobra, me vería libre de malas intenciones? Esto es un enigma para mí, más después de ver el video al que aludo al principio, en el que deja claro que sólo con abrir la pantalla del ordenador o ver un video en Youtube, una máquina gigantesca recoge mis datos, los procesa y los archiva para ser usados cuando la ocasión les reporte beneficio. Como dice el video, ya no somos personas, sólo muñecos en continua transformación. Es el precio que debemos pagar por aceptar ser unos ingenuos cobayas que disfrutan de la miel que ponen en nuestros labios. Sigamos así, no destruyamos nuestros ordenadores ni teléfonos, gracias a ellos hasta gozamos que nos den por culo.