el ruiseñor y la seduccion

Un ruiseñor envejeció sin que nunca hubiese sido seducido. Él había oído hablar del extraño embrujo que suponía la seducción pero, como digo, nunca tuvo la ocasión de comprobarlo por sí mismo. Ya viejo, recordaba que sus amigos ruiseñores se burlaban de él como un fracasado cuando les miraba con envidia mientras escuchaba sus historias de seducción. «¿Podría ser seducido a mi edad, o debo resignarme a morir sin saber qué es eso de la seducción?», se dijo un día en el que estaba haciendo repaso de su vida. Coincidió que mientras estaba sumido en estos y otros pensamientos, un pájaro muy extraño se posó en una rama contigua. El viejo ruiseñor le miró displicente y volvió a sus pensamientos. El extraño pájaro emitió unos sonidos extraños y el ruiseñor volvió a mirarle. Aquellos sonidos eran para él desconocidos y les prestó una mínima atención. El extraño pájaro aleteó con fuerza, levitando unos centímetros de la rama donde estaba posado. El nuevo ruido hizo que el ruiseñor volviese la cabeza, pero le pareció una estupidez lo que hacía aquel extraño pájaro y volvió a sus pensamientos. Finalmente, el extraño pájaro se fue de allí y el viejo ruiseñor vio cómo partía con su aleteo acompasado y uniforme, lo que embelesó al ruiseñor hasta que lo perdió de vista. El viejo ruiseñor nunca más volvió a pensar en la seducción. Lo que sí hizo fue fijarse en todo lo que hacían los pájaros, por muy extraños que le pareciesen.