No, no he visto (en Google) que se haya tratado el suelo pélvico como personaje literario; sus aledaños, sí, y profusamente. Pero no preocuparos, no voy a tener la tentación de mezclarlos en una forma vergonzante. Voy a tratar de explicar en forma literaria qué es el suelo pélvico, sin menospreciar que la ciencia es más seria y es a ella la que se debe consultar; lo mío, ya lo he dicho, es un ejercicio mental para alejar el alzheimer.
Pues confieso que yo no sabía qué era eso del suelo pélvico, y cuando leí un titular con esa expresión, pensé que se trataría de algún estudio sobre las disfunciones de los bajos del hombre y de la mujer, más del hombre. Pero no, bueno, sí, algo tenía que ver, pero no estrictamente de los órganos genitales como problema ad hominem. Y valió la pena que abriera el artículo, porque, además de darme unos consejos valiosos, me dio la entrada para hoy en este blog.
Resulta que si nos meamos o nos cagamos sin querer, eso, que en fino se llama incontinencia, es el suelo pélvico el responsable. ¿Y qué es el suelo pélvico, que no entiendo por qué llamarlo suelo? Pues es ese conjunto de músculos que cierran nuestra cloaca y la cañería por donde cagamos y meamos; también, pero eso necesita más explicación, de que los hombres dejen más o menos satisfechas a sus parejas.
Resulta que no hemos prestado la debida atención a ese suelo de nuestro cuerpo. Y no voy a cambiarle el nombre, ya que está tratado en Google como suelo, y si le pusiera otro nombre, seguro que Google no lo recogería.
Que las válvulas, vulgo esfínteres, de ese suelo llegan a estar tan relajadas que no sirven para contener lo que tienen que contener mientras no dispongamos que se abran, es un problema, no un problema general, gracias al dios que provee cuando está de buenas con nosotros. Pero basta que haya una mujer que se mea sin querer, y digo una mujer porque parece ser que es más habitual en ellas ese problema, o un hombre que frustra a su pareja de llegar al cielo en su compañía por apearse a medio camino, o que uno u otro se caga vivo en momentos inadecuados, para que este post cobre sentido, lúdico, en este caso, pero no para tomarlo a broma.
Ya os he ilustrado, por si os pasaba como a mí que lo ignoraba, qué es el suelo pélvico y su función. Ahora toca hablar de soluciones.
Tratándose de músculos que se relajan y dejan de cubrir la función para la que la Naturaleza –podéis llamar dios sin avergonzaros– los puso allí, se trataría de encontrar los medios para corregir esa anomalía. Como en medicina en general, también para esto existen métodos variados, algunos contradictorios para según quién. Los ejercicios, básicamente, consisten en contraer los músculos del suelo pélvico, y no apretar el culo, que eso sólo es un remedio de urgencia, como si vas en el metro y va muy cargado de pasajeros que, sin querer, te arriman cebolleta, y el reflejo te protege, por si acaso. Y no se debe contraer el esfínter que nos traiciona, porque eso no actúa sobre el suelo ese. Tampoco para las féminas el uso de las bolas chinas, que además de causar el efecto contrario, les pueden gustar como dieta habitual. No, la cosa es algo más estudiada por los que estudian estas y otras cosas que se nos escapan.
Contraer el culo y la uretra, con perdón, está bien, pero sólo si se llevan hacia el vientre, que sólo así se ejercitan los músculos esos. También meter el ombligo para dentro, como si nos diera vergüenza que nos lo vean sucio, algo habitual, cuando paseamos por la playa; se ha de meter el ombligo a la vez que se contrae el resto. Hay videos muy didácticos y entretenidos en Youtube que explican las técnicas paso a paso; no olvidéis darles un Like al final, le hará ilusión al autor, quizá hasta gane dinerillo si mete de rondón publicidad subliminal.
En fin, todo lo dicho es muy básico y no estoy seguro que sea literario, pero me doy por satisfecho si, desde ahora, sabéis qué es el suelo pélvico y para qué sirve. No dejéis que vuestro suelo pélvico se relaje, todo necesita entrenamiento; cagarse y mearse sin querer es un problema que merece toda nuestra atención. A lo de tener paciencia hasta que ella llegue al cielo, si os digo la verdad, no le veo solución.