Se disponía a recibir el nobel que le esperaba. Estocolmo le esperaba. Gente importante, el rey de Suecia le esperaba. iba a escribir su nombre en el libro de la historia que le esperaba, de la literatura auniversal que le esperaba. Y le esperaba la gloria, y todo lo que nunca había soñado le esperaba. Amaneció el día y pareció que era a él al que esperaba. La maleta le espèraba, sólo la maleta le esperaba. Nadie más le esperaba. O sí, un chófer de la embajada de Suecia le esperaba. Le llevaría al aeropuerto que le esperaba. En el embarque una joven rubia, seguramente sueca, le esperaba.
—Seré su azafata desde este instante, no se sienta solo si es lo que esperaba.
—En realidad, señorita, a nadie esperaba.
—Yo acompañado le esperaba.
—Pues yo a usted, ya le digo, no la esperaba.
—Nada de lo que va a vivir será lo que esperaba.
—Y usted, señorita, ahora que me conoce, ¿soy el que esperaba?
—Acompañar a un nobel era lo que esperaba.
—Lo ve, señorita, estoy solo, usted acompaña a un nobel, no al hombre, es como esperaba.
—Señor, me pagan para acompañar un nobel, no soy una señorita de compañía, si es lo que esperaba.
—¿Y que la mandaran a la mierda esperaba?
—Si, también entra en mi sueldo, y con usted eso esperaba.
—Es usted muy lista siendo rubia, no lo esperaba.
—Y que sea yo la que le mande a usted a la mierda, ¿lo esperaba?
—Lo esperaba, lo esperaba.
—Pues ya que coincidimos, tomemos el avión, yo me ganaré mi sueldo, y a usted le darán el nobel. Es lo que esperaba.
—Vale, es mi sino, nada nuevo que no esperaba