Los seres humanos sostenemos que somos superiores a otros seres conocidos, a los que genéricamente llamamos animales. Este supremacismo, en ocasiones, lo ridiculizan hechos como el que muestra este video. El protagonista es un pez. No posee otras herramientas que sus aletas. No poese otro impulso que dar satisfacción a su hembra, que acepta esa prueba de amor para alumbrar sus huevos en el centro de la estructura. Y es difícilmente superable en belleza por otro ser, incluído el ser humano. Esa estructura creada por este pez puede traducirse en una fórmula matemática. Nadie le enseño matemáticas, como a otros animales que también sorprendenden con sus creaciones, las celdillas de las abejas, por ejemplo.
La reflexión de este escribidor tiene necesariamente que dejar paso a la imaginación, por no tener recursos que su cerebro expliquen este prodigio.
Observo el proceso y el resultado final una y otra vez. Netflix tiene la secuencia completa, y en ella muestra la utilidad final de esa obra, ¿de arte?, que, como digo antes, es el nido de amor en el que la hembra ha comprendido que allí es donde tene que poner sus huevos, previamente fecundados por el artista. ¿Tiene algún significado práctico que sea, precisamente, esa estructura? Mi imaginación no está a la altura, en esta ocasión, para suplir la carencia científica. Pero como soy libre de decir lo que pienso, aunque resulte estúpido, me arriesgo a suponer que ese pez hizo eso para su amada, sólo para que pensara que nadie podía superarlo.