No se puede precisar si era un hombre o una mujer; sí alguien con figura humana. No se sabe por qué tomó la decisión de encerrarse en una habitación de su casa, situada en una décima planta. Tampoco se sabe qué hizo que ordenara que le instalaran una puerta de máxima seguriad a prueba de apertura por intrusos. La cerradura bien podría servir para una caja fuerte. El ser que se encerró en esa habitación giró tres veces la llave, la extrajo de la cerradura y se dirigió a la ventana. La abrío, miro para abajo y debió concluir que la altura era suficiente. Acto seguido tiró la llave y siguió su trayectoria hasta que golpeo en el suelo, rebotando varias veces hasta que quedó oculta bajo la mata de un seto. Cerró la ventana y observó todo lo que había dentro de la habitación. En realidad no había nada que la convirtiera en una habitación amueblada con algún fin concreto; no había sillas, mesa, armario, cama, cuadros en la pared, sólo un lámpara que estaba suspendida en el centro del techo y una cortina semitransparente en la ventana que deslizó de un lado al otro. Dio varias vueltas en círculo tocándo con la mano las paredes e hizo amago de abrir la puerta con tirones en el manillar. La puerta ni se movió. Siguió dando vueltas sin dejar de tocar las paredes. Ya habría dado cien vueltas, que debió sentirse cansada o decidió que era lo que debía hacer: se sentó en el centro de la estancia adoptando la postura del loto, cerró los ojos y pareció entrar en trance de meditación profunda. No se sabe cuánto tiempo permaneció así y en qué consistió la materia de su meditación. No se sabe cual fue el final del ser que tan extrañamente se había comportado.
El que esto escribe tampoco sabe cómo seguir esta historia, darle un final feliz o trágico, tampoco tiene idea de por qué la comenzó. Si se hubiese tirado por la ventana y estrellado contra el suelo, el lector tendría derecho a pensar: vaya estupidez obvia que se le ha ocurrido a José. Pero Jose escribe para que sus lectores piensen, quizá hasta encuentren fascinante esta historia.
Pues se me ocurre que al describir el habitáculo de ese personaje tan “ pelado” de mobiliario y resto de enseres y después de arrojar la llave desde semejante altura , este o está persona después de estar sentado / a en el centro de la habitación y máxime después de dar cien vueltas por la misma , solo me queda pensar que fuese uno de esos desahucios desesperados , el final sería encontrárselo muerto después de mucho tiempo con una nota redactada al uso explicando los motivos de su acción , eso si , para abrir la puerta hubo que llamar al séptimo de caballería .