TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS (G. Orwell)
«… Un enorme alboroto de voces venía de la casa… Sí, se estaba desarrollando una violenta discusión: gritos, golpes sobre la mesa, miradas penetrantes y desconfiadas, negativas, furiosas… No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos. Los animales, asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro.» G. Orwell; Revelión en la granja.
Todo había partido de una simple discusión entre las gallinas. El Cerdo Mayor se había follado a una pollita como era su privilegio. La pollita se pavoneaba ante los demás cerdos convertidos en gallos y gallinas. Las gallinas estaban soliviantadas, menos una que tapaba temerosa su cabeza bajo el ala. No podían soportar a aquella presumida; ellas también había sido folladas por el Cerdo Mayor, y no manifestaban otra cosa que respeto al lider. Pero ante aquella presumida, no quisieron pasar por gallinas sin su historia gloriosa. Y cada una, gritando más que la otra, se decían cosas como: «Conmigo, el líder, disfrutó más»; «Yo aguanté los cinco con la sonrisa en mis labios»; «Tú te crees más y mejor puta, pero lo que eres es una simple aprendiza»; «Mírala, cómo saca pechuga para que el gallo Galimatías la pise»; «No, si ésta lo que quiere es que los gallos la «cojan» como la starputa de la granja»… Y cosas de parecido y aún mayor soez. A todo esto, los gallos las azuzaban; llegaban incluso a perder el respeto por su líder natural, el Cerdo Mayor, y creían que el momento de la venganza había llegado para ellos:»¡El problema es él!», gritaban a las gallinas; «¡Picadle en el culo a ese cerdo prepotente!», coreaban todos. Pero las gallinas sabían quién, de verdad, era el problema: aquella pollita recién llegada a la granja era muy culta y podía saber cómo engañar a su lider; sólo tenía que hacerse un buen remiendo en el coño y teñirse las plumas de colores…
Seguirá a petición de tan distinguido público.
Decía yo al final del atípico corral, allá por el año 2001, en un foro llamado El Cadillo. Un refugio de salvapatrias mexicanos que sólo hablaban de política, de su política. Y yo allí, que ni sé cómo entré ni recuerdo cómo salí. El caso es que no me echaron, de milagro, quizá porque daba un tono de color a tanto negro como allí se prodigaba. Y, por supuesto, me cuidé de no tocarles la pelotas en términos políticos.
AH, no hubo más granja, supongo que porque no entendieron mi fábula.