La vejez

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*Pulsa en la referencia anterior para escuchar el video.

Pareciera masoquismo que yo, a 20 días de cumplir 80 años, incorporara este video a este blog, en el que priman los contenidos imaginativos sobre diversas cuestiones. Y si digo que es masoquista  es por el simple hecho de sentir que falta una de esos rostros: el mío.

Hablar de la vejez, el único que puede hacerlo es un viejo.

Sobre la vejez no se puede tener fantasías; es una realidad. Hay personas que ocultan esa realidad actuando sobre su cuerpo, especialmente su rostro, con toda clase de métodos de rejuvenecimiento. Los resultados no evitan los años que tienen, las carencias de todo tipo que impiden retrotraerse a los años jóvenes, a los que gráficamente llamamos los 40, los 50, los 60, incluso los 70 que comienzan. Si la salud acompaña, se puede vivir una vida de apariencia, ajustando tus inquietudes, tus proyectos, tus anhelos, ti vida sexual, etc. ,  a la edad en la que te van cantando el » el feliz  cumpleaños» , con 40, 60, 70… velas. No nos damos cuenta, pero cada vez nos cuesta más apagarlas todas. Estas velas encendidas representan otros tantos hitos en tu vida, cuando las apagas, apagas el pasado, serán los amigos, la familia los que te lo recordarán a la vez que que te invitan a apagarlos.

Repaso canciones que hablan de la vejez, en general con la nostalgia como argumento, como Los Hermanos  Martinez  con  «Recordar es vivir», Los Panchos con «Como han pasado lo años» con su posverdad,  en la que pareciera que la edad les ha traído una cuota de felicidad extra por el amor in  crescendo con tu pareja. En ambos casos, y se podría referir a todos, al viejo sólo le queda el disimular que su realidad  le lleva a llorar de nostalgia o a mentir sobre el estado de su corazón, y no precisamente al estado cardiaco de esa víscera.

Al hijo de puta que ha hecho esas secuencias en la vida de personas que alcanzaron la fama, que en alguna ocasión amamos o admiramos, le pediría que a un masoquista como yo no se le puede tentar con una composición en la que falta mi cara, porque, en pura abstracción, lo que ha conseguido es que de mi realidad haga simplemente literatura.

 

 

 

 

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