manuel se fue de su pueblo

Manuel se fue un día de su pueblo. Este irse de su pueblo englobaba otros muchos irse. Dejaba atrás sus tierras de labor, pero habría que especificar, porque Manuel tenía muchas, aunque sólo una era su preferida, a la que amaba casi con pasión; era, por supuesto, la que más cuidaba, a la que más esfuerzos dedicaba. Otro irse particular, fue abandonar a su familia. Pero al igual que con las tierras, también aquí Manuel tenía sus preferencias. La esposa ya era un hábito; los hijos, todos se habían ido del hogar, y aunque permanecían en el pueblo, tenían sus vidas ajenas casi completamente a la suya. Pero tenía un nieto y una nieta que ocupaban por completo su corazón. Aun así, todos quedaron atrás. Y otro irse fue de una joven de la deseaba perdidamente su cuerpo. Distingo entre estar en su corazón, como sus nietecillos, y estar enamorado perdidamente, si ésta es otra forma de calificar el deseo. En este caso, Manuel no tenía a la joven en su corazón, pues ella no había querido entrar aún, y probablemente tampoco Manuel deseaba esto; era para Manuel una esperanza mientras la cultivaba en sus sueños, y muy posible que hubiese dado el fruto apetecido, fruto para degustar, se entiende, de haber perseberado en la espera. También se fue de los amigos, de las partidas de dómino, que le entusiasmaban. Y de otras muchas cosas Manuel se fue cuando decidió irse del pueblo.
Quién hasta aquí haya leído esta historia, sin duda está esperando que se diga por qué razón, si la había, Manuel decidió irse del pueblo. Una persona con tantos lazos afectivos, sin necesidad de emigrar por razones económicas, no se va del lugar donde aparentemente se alimenta su espíritu y promete a su cuerpo lo que desea.
Manuel, no se ha dicho, era una persona poco convencional. Tampoco era una persona normal en el sentido de racionalizar sus actos, de acuerdo con el medio en el que vivía.
Manuel se fue del pueblo y con todos los irse adjuntos, porque, así lo cuentan, estaba loco. Pero, así como irse del pueblo suponía englobar muchos otros “irse de”, la locura de Manuel también englobaba otras locuras.
Manuel tenía la locura, o más bien manía, de intentar sacar tres cosechas a su tierra preferida; esto era una obsesión imposible, ya que en aquel pueblo y comarca lo habitual era obtener una, como mucho dos. Él aseguraba a todo el mundo que un día lo conseguiría, pero lo cierto es que ni se había acercado y la gente se burlaba de su pretensión. Otra locura, si así puede calificarse, era que se bañaba, afeitaba y cambiaba de muda todos los días del año, cuando en aquella comarca, por lo general, esto se hacía los domingos. Para la gente de aquel lugar, pasaba por ser una locura más de Manuel, el tener una biblioteca en su casa con más de mil volúmenes, todos leídos. Y el colmo de la locura, para los lugareños, incluida su familia, lo suponía el hecho de que Manuel escribía poemas que luego intentaba recitar en cualquier acontecimiento, familiar o festivo, con las consiguientes risas por parte de todos, cuando no volverle la espalda e irse.
Manuel era un poeta, un soñador, y no podía vivir en un lugar donde se le consideraba un loco por ser tal cosa.
Yo no sé si era un motivo suficiente, pero esto sólo es un cuento, única forma de hacerlo verosímil, aunque sólo sea para poetas y soñadores.