Me parece que soy modesto en la apreciación de mis méritos literarios. Escribo, lo pongo a disposición del mundo y curiosos ocasionales y, directa y concretamente, a una docena de amigos. No puedo presumir de halagos numerosos ni menciones especiales, y, sin embargo, yo sigo escribiendo de temas variados, siempre cortos, ya hace muchos años abandoné escribir novelas de más de doscientas páginas. Supongo a nadie interesaron, pues ninguna fue premiada con una crítica mas o menos benevolente, generosa o indulgente. Pasarán a formar parte del cementerio de los libros insepultos mientras esta página siga abierta, que probablemente mi hijo la cerrará cuando muera, pues cuesta mantenerla. Hace muchos años, y lo mantengo, ofrecí a alguien no que tomara alguno de mis escritos, los copiara y los reprodujera bajo su nombre; lo que le ofrecí para no ofender su dignidad, fue que tomará alguna de mis ideas y las desarrollara a su manera. De lo escrito, si algo tiene valor, es la idea, que cualquiera con más destreza puede hacer de ella una obra meritoria. La persona en cuestión ya no forma parte de mis afectos, pero mi disposición se mantiene como si lo fuera. Esa persona es libre de despreciar mi oferta, sin dar explicaciones.
Habré cumplido con un deseo de esos que se tienen a muy temprana edad. Ser escritor es una pretensión fatua, me cuesta llamarme escritor; prefiero decir que escribo, como hago muros de piedra o cualquier otro oficio de los que no pasan a la historia. Casi prefiero que nadie hable de mí cuando me convierta en cenizas. Sea para bien o para mal, ya será tarde para cualquier desengaño o vanidad.
Pero sí tengo una curiosidad. El sistema de control del uso de mi página que utilizo me dice quiénes entran en mi página, no sus nombres, sí su procedencia y el IP. Algunos llaman mi atención cuando observo que son de China, de Japón, de otros países exóticos donde el español debe ser minoritario. Fieles a diario lo son de los países Sudamericanos, pero esto no me sorprende, de esos países guardo amigos, o amigos que lo fueron hace tiempo. También me sorprende, lo tengo dicho, que no hay día que dos temas no sean objeto de curiosidad : «Mi madre fue una puta» y «Cómo me hice maricón». Quizá supongan por los títulos que hablo en primera persona, cuando no es sino la historia de dos personajes de ficción. Lo sorprendente no es el morbo a que inducen esos títulos, lo casi imposible de creer es que esos títulos están entre cientos de otros menos atractivos, y encontrarlos es una tarea que me cuesta comprender que algún curioso sigue un indice interminable hasta que los encuentra y los abre. Siento decepcionarlos, aunque son para mí dos historias meritorias.
Hoy no tenía esa idea que provoca el que siga escribiendo. Tampoco sé cómo titular esto que he escrito. Pero algo tengo que poner en la casilla.
El título ya me llamó la atención .
Anécdota : cuenta la historia de la tauromaquia que el gran maestro del toreo “ EL GUERRA”
estaba tomando café en un casino de Madrid , de pronto se armó un revuelo de fotógrafos de aquella época , años de principio del siglo 20 , y él Guerra llamó a un camarero y preguntó qué pasaba ? este le dijo , no sé maestro , creo que ha llegado un tal Ortega . El Guerra le dijo y ese que es y que hace , la respuesta fue lapidaria , CREO QUE ESCRIBE . El personaje en cuestión era ORTEGA Y GASSET . Por un y otro lado se juntó la ignorancia y este fue el resultado .
Cambiando de “tercio” te diré que tú destino es seguir escribiendo , eso si , sin mirar quien te toma el relevo , quien te lee y quien no te hace ni puñetero caso . Así es la vida , la vida de Jose , el que como decía el otro “ CREO , NO , EL QUE ESCRIBE .
Un abrazo