Salmos por un cuadro

EPÍLOGO  (fragmento)

¡Al diablo con las promesas! ¿Cómo ocultar los sentimientos que me atenazan el alma? Veo el desprecio que  le dispensáis y no puedo menos de gritar:
 ¡Dejadla! 
¡Dejadla sola alcanzar la sima por la que se precipite!
 ¡Que nadie pretenda dañarla con miradas de desprecio, que ya su alma está muerta! 
¡Que su cuerpo ya está derrotado y ni siquiera sus vencedores encuentran ya botines de guerra!
 ¡Que nadie intente castigar la carroña!
 ¡Dejadla que se lleve su miseria a la tierra, que en ella hay siembra de mariposas!
 No, Raquel. No consentiré que la sombra robe el brillo de tu recuerdo. Yo puedo acabar con tu dolor y con la miseria que exhibes, bien a su pesar, o a su desprecio.
  
  
Y el viento se levanta en huracán furioso, llevando espumas corrosivas. Ahí estoy yo, alimentándolo… no puedo evitarlo.
  
  
Altera mi sangre el verte
 desecho humano. Continuar leyendo «Salmos por un cuadro»

Dos Días y Medio

Ha pasado mucho tiempo desde aquellos dos días y medio que pasé con Miguel.

El tiempo ha curado mis heridas, desgraciadamente no las de Miguel; escribo esto cuando ya ha muerto. Escuchando las cintas una y otra vez, un día decidí hacer un libro. No tuve éxito. Lo he reescrito  con ellas como base, y con la inevitable preocupación de que iba a pecar de un estilo microfónico censurable que nadie me perdonaría,  se me ocurrió añadir a los diálogos alguna reflexión íntima que me sugirieron las situaciones y pensamientos que Miguel y yo compartimos. Probablemente el resultado iba a ser desequilibrado, pues yo podía introducir matices a la complejidad de los sentimientos, en este caso de los míos, pero quedarían los de Miguel excesivamente literales, ya que no me atreví a imaginarlos. Sin obviar, en esta ocasión, un proceso de destilación obligada de  los diálogos, me temo que casi todos los encontré importantes y para nada subordinados a mi propia narrativa, y es que, —usted, lector, juzgará— a mi juicio, lo que Miguel y yo hablamos no podría ser considerado una conversación convencional, pero tampoco forzada. En mis añadidos personales, puse todo mi empeño en ser sincera; al fin y al cabo pretendí ser coherente, de lo contrario habría parecido un desahogo miserable y, por supuesto, falso. También me impuse el no utilizar un lenguaje metafórico,  de retórica barroca y presuntuosamente literario; debería ser lo que fue en el recuerdo y lo que sentí al escucharlo. Y es que me niego a pensar que las cosas pudieron ser de otro modo. Pilar.

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Agazapados en las Sombras

Agazapados en las sombras
parece que sonríen,
y sólo afilan sus colmillos.
La presa es apetitosa
y ellos tienen hambre.
Banquete de lujuria
se prometen.
Sólo necesitan emboscarse,
lanzar cánticos de sirena
hablando de paraísos,
de promesas.
No escuches esos cantos, niña.
Aléjate de ese mar
de aguas tranquilas, muertas,
y deslízate en el torbellino
de tu juventud
hasta crear tu propio remanso.