Ayer mi hijo me hizo llegar un artículo que hoy me da pie a cumplir con mi página escribiendo algo que la mantenga viva. Quizá decir viva sea un pleonasmo, porque hubiese sido suficiente decir «algo que la mantenga» y sobra decir viva.
IBueno, pues el artículo en cuestión ya tenía un título que yo vengo en decir que marca la diferencia. «El secreto de las anguilas: el animal más misterioso e increíble del mundo». Como siempre los superlativos deben cogerse con reserva. Desde luego que el animalito tiene todas las cartas para ganarle la partida a otros muchos que pueden sorprender. Veamos someramente cuáles son sus méritos. Ya Aristóteles, que le daba por pensar en todo, se fijó en este animal y le resulto tan enigmático, que no se atrevió a formular una de sus genialidades. Bueno, sí, dijo que por fuerza tenían que aparecer por generación espontánea. Una estupidez la dice cualquiera. Pero como la idea no se la tragaba nadie, se siguió buscando los tres pies al gato. Dos mil años sin tener ni idea de cómo se reproducía el animalito, hasta que otro lumbreras, S. Freud, quizá contando con una buena lupa, le encontró lo que sin duda eran los testículos del animal. En todo caso, los científicos del siglo XIX se enfrascaban en largos debates: «¿Son peces u otra cosa? ¿Son vivíparas u ovíparas?», preguntas que no se hacen los vascos, grandes aficionados a comerlas con ajos, guindillas y pimentón.. Juro que yo no las he probado y menos creo que llegue a probarlas si aún se sigue preguntando «¿Por qué es la anguila el animal más misterioso e increíble del mundo?.» De verdad que sólo por eso se le quitan a uno las ganas de engullirlas. Y no digo por el aspecto de culebras que tienen los animalitos.
Hipótesis que siguen apareciendo en un intento de comprenderlas, pero sin demostrar ninguna. Lo único que sabemos es que son geniales, geniales por el esfuerzo que desarrollan para existir. Su origen está en el Mar de los Sargazos, al norte de las Islas Barbados.
.Y no tienen la forma que luego han de tener de adultas. «Son como pequeñas láminas, como hojas de sauce trasparentes.» Pero allí no establecen su residencia, mecidas por las Corrientes del Golfo, se dejan ir, no un viaje cualquiera, atraviesan el Atlántico, llegando a las costas de Europa ya crecidas unos siete centímetros y con forma aún extraña, que una científica describió como pequeñas pinzas de vidrio.
Y en su continuo metamorfoseo, pasan del Océano a buscar ríos, lagos y ciénagas. Ya van tomando forma definitiva: «Una musculosa serpiente de mandíbulas anchas y poderosas».
Pero ahi no acaba de sorprender. Si el agua donde viven y se alimentan se seca, » salta a tierra y es capaz de deslizarse durante horas por la hierba, como si se olvidara de que es un pez». Bueno, esto lo hacen otros animales semiacuáticos, pero no deja de ser sorprendente en el cúmulo de singularidades que la acompañan. Mejor que yo, lo describe el artículo, por lo que copio y pego:
«De pronto, un día se detiene, nadie sabe por qué y apenas se mueve durante décadas del lago cenagoso donde ha decidido levantar su hogar. A veces el lago se seca pero el animal es capaz de sobrevivir en el fango en estado letárgico lo que seguramente explica la confusión de Aristóteles. Caza de noche y espera «como si la vida fuera, ante todo, espera, y como si su sentido se hallara en los intervalos o en un futuro abstracto susceptible de acelerarse solo mediante la paciencia«.
¿Es eso todo? No, el animalito necesita alguna proeza más para ostentar el calificativo de animal más enigmático y sorprendente del mundo.
«Una vez más algo ocurre, un nuevo resorte salta y, entre los 15 y los 30 años (puede llegar a vivir 70), decide reproducirse. ¿Dónde? ¡Pues en el Mar de los Sargazos, dónde va a ser! Así que inicia un camino de vuelta aún más arduo que el de ida con el fin de regresar al Atlántico para cruzarlo una vez más. Llega la cuarta y última transformación para tan exigente viaje: las aletas de la anguila plateada (así se llama ahora) se prolongan y fortalecen para nadar más rápido, los ojos se agrandan y se vuelven azules para otear las profundidades marinas, el estómago y las reservas de grasa se descomponen para extraer toda la energía posible y su cuerpo se llena de huevas o esperma. Nada la distrae de su objetivo, llega a nadar cincuenta kilómetros diarios esta vez a la contra de las corrientes sin tiempo para comer (se ha demostrado que una anguila puede vivir cuatro años en cautividad sin comer absolutamente nada). Tras seis meses de ascético viaje llega a su destino, los óvulos se fecundan bajo las algas de los Sargazos… y muere.»
El artículo sigue, ahora buscando apoyo en filosóficas consideraciones, pero estas ya no añaden nada nuevo a la comprensión de un animal para el que la vida es una lucha titánica, sin explicación, sin motivo que la justifique. Recojo la frase final que hago mía: «¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?» ¿Lo sabrá la anguila?
Nota: Los entrecomillados son párrafos del artículo copiados y pegados.
Jooooo… que increíble maravilla y los soberbios de los seres humanos todavía creemos que somos los más de entre todo ser viviente en la tierra…. Cuánto tendríamos que aprender de los que llamamos animales….