Tengo que escribir, no tengo excusa, escribir era una necesidad, si no vital, si complementaria con otras manifestaciones que comportan mi vida. Ahora, hoy, no me apetece, es como algo superfluo de todo lo superfluo de lo que trato de huir. Pero en esto soy cobarde, y aquí estoy, aporrenado teclas queriendo decir algo insustancial, sin la pretensión de que sea transcendente.
Estoy viendo una serie americana, The Deuce. Trata de un tema escabroso: La prostitución, el porno, los proxenetas, la droga, la corrupción policial en Times Square, años 70 a 80. Es, en momentos, explícito sin llegar a pornográfico. Necesidad justificada de unos guionistas, que habrán pretendido hacer de la serie un documento lo más cercano a una realidad informativa de lo que allí sucedió. También una denuncia de la pasividad de una sociedad que ni lo veía ni lo sentía cercano. Para los que allí vivían, cualesquiera que fuese su modo de vida, aquel era su mundo, no había otro. La miseria y la indignidad de sus vidas no tenía alternativas. Para los que venían del confort, de la aparente dignidad, en sus coches con lunas tintadas, aquel lugar les proporcionaba el desahogo a sus bajos instintos y quién sabe si a sus frustraciones personales o de pareja. Luego que alcanzaban el objetivo, regresaban a sus habituales vidas de personas. Digo de personas, porque en el lugar que dejaban atrás, ni ellos ni los demás lo eran., por más que algunos personajes nos muevan a la compasión.
Como no hay mal que por bien no venga, El SIDA vino curar aquel mal , y el resultaado fue que los beneficios para todos bajaron hasta el punto de desaparecer el escalofriante escaparate callejero, para dar lugar a los asépticos burdeles, sanitariamente controlados. Si las prostitutas ganaron con ello y su oficio pasó de la esclavitud a la actividad laboral regulada, no lo sé. Quiero imaginar que desaparecieron los chulos con sus rolex, pulseras y collares de oro, con sus coches de marcas míticas, con sus vestimentas que chorreaban prepotencia. Por lo demás, no seré yo el que juzgue lo que libremente quiera hacer cualquier hombre o mujer con sus vidas. Si algo denuncio como humanamente indigno, es aquello que carece de estética. Es la diferencia entre una sociedad estructurada en la convivencia respetuosa con las formas y otra que no le importa mostrar la mugre más abyecta como el único lugar donde poder sentirse a gusto.
Tendré que dejar de ver la serie si quiero ser consecuente. No espero ese final feliz de los cuentos de hadas. Los productores sabrán qué les movió a crear esta serie, yo me temo que fue más por interés económico, que por buscar un rechazo social a los guetos que aún existen.