un sueño en mi espejo

5:35AM. Me despierto de un sueño. Trato de recordar qué estaba soñando y no consigo sino imágenes inconexas. Intento unirlas para obtener algún sentido. No puedo. Sin embargo, debía soñar algo que alteró mi subconsciente de tal modo, que transmitió a mi parte somática descargas violentas. Estoy sudando, me duele todo el cuerpo, tengo la boca seca. Trato de dormir y retomar el sueño. Quizá, si vuelvo a él, tenga una razonable explicación cuando me despierte de nuevo. Pero no consigo dormir y no encuentro acomodo en la almohada, ni siquiera para pensar. Esto es lo más parecido a una refinada tortura. Me levanto y voy al aseo. Me miro en el espejo y no puedo comprender lo que observo: me veo terriblemente envejecido. Más que envejecido, parezco una piltrafa humana. Mi percepción es confusa. Ahora pienso si estoy soñando, si ese es el sueño que tanto me había alterado poco antes. Sin dejar de mirar aquella imagen, trato de recordar cómo era. Sucesivamente pasan por aquel espejo imágenes de mi juventud, de cuando ya era adulto, aún no viejo, pero cuando me complazco en ellas, enseguida se interpone la horrible visión, el espantoso aspecto de un desecho humano. Me quedo paralizado, quiero salir de allí y no puedo mover mis pies, que parecen anclados al suelo. Intento romper el espejo y no consigo llegar con mis puños. Tampoco puedo cerrar los ojos ni mirar a otro lado. Siento sudores fríos y el corazón que se desboca. De repente, creo sentir mi cuerpo en otra dimensión en la que parece puedo dominar los sentidos y los movimientos de mis miembros. Sí, estoy despierto. Oigo que a mi lado respira profundo mi esposa. Y hasta puedo ver la luz del día a través de las rendijas de la ventana. Me incorporo de un salto y voy derecho al aseo. Sí, ése soy yo, el que vive el tiempo presente y real. Todavía no me asusta mi propia imagen, pero no puedo dejar de pensar que el espejo guarda otra, que me devolverá más adelante.