Visitantes Anónimos

De vez en cuando, no frecuente, si no tengo nada mejor que hacer ni se me ocurre nada que me mantenga frente a la pantalla del ordenador, entro en mi StatCounter y observo algo perplejo la marca que dejan los visitantes a mi página www.josediez.com. Además del ordenador que usan, el IP que tienen, esa máquina me señala el lugar exacto donde viven, no sólo el país, sino el preciso punto geográfico dentro de la nación. Y para mi satisfacción personal, en algunos casos, el tiempo que han estado leyendo mis cosas. Aunque tienen la forma de contactarme, nunca lo hicieron. Lo que me sorprende es ver que la universalidad de Internet me abre a lugares tan exóticos, no hispano parlantes que son todos, como Noruega, Alemania, USA, Francia, Canadá, Holanda, China en una ocasión y otros muchos más. No me sorprenden los visitantes sudamericanos, donde soy ampliamente conocido y donde tengo algunos amigos fieles y otros muchos con los que de alguna forma tuve encuentros en el pasado. No he publicitado mi página, así que debo pensar que mis visitantes anónimos me han encontrado en Internet rastreando, bien mi nombre, bien al azar. En cualquier caso, aunque podría aventurar la identidad de algunos, la mayoría son totalmente anónimos para mí. Y es a estos a los que me siento obligado a dirigirme.

El hecho de haber dedicado un poco de vuestro tiempo para leerme, para abrir mi página a golpe de puntero esperando encontrar una sorpresa, no es para mí un motivo de satisfacción si mi StatCounter me señala que vuestra visita duró breves segundos; lo considero un accidente de vuestra mano inquieta. Lo es si, por lo contrario, ese tiempo que me dedicasteis me hace suponer que, al menos, pusisteis interés en conocer de qué escribía. Y la satisfacción es grande, si además de un tiempo que da para una lectura completa, observo que reincidisteis volviendo a mi “casa”; significa que algo os gustó de mí o que pusisteis una marca en una página de vuestra lectura elegida para continuar en otro momento con las siguientes. Desgraciadamente, mi StatCounter no me dice qué atrajo vuestra atención ni que pensasteis o sentisteis al leerme. Buscando un símil, es como si paseando por la calle, una bella mujer se cruza en mi camino y en nuestras miradas, sin más explicación. En ambos casos, yo no puedo sino imaginar qué tipo de sentimiento provoqué, y con seguridad me equivocaré. Para equivocarme pero relativamente, otros lectores no anónimos me hacen llegar sus opiniones con ocasión de poner algo nuevo en la página. No sé si son benévolos por ser amigos o sus juicios ellos mismos pretenden sean sinceros. En cualquier caso me sirven para ajustar mi imaginación a lo que pueden haber sentido mis visitantes anónimos, bien como lectores, bien como curiosos. La conclusión al final de esta reflexión es que no debo dejarme llevar por la euforia o el pesimismo, que si escribo para que me lean, también lo hago para que no me lean y que si escribo para gustar, también lo hago a riesgo de no gustar. En definitiva, creo que soy un escritor típico: escribo porque me satisface hacerlo.