SUEÑO
Hoy, como es mi costumbre, después de almorzar me quedé transpuesto. No sé si soñé o imaginé lo que relato a continuación.
Pareciera que entraba en una tienda atraído por el rótulo colocado en el frontispicio de la misma, y que decía así:
«VENTA DE SUEÑOS»
Ya dentro, no vi nada especial que me llamara la atención , pues que la tienda estaba completamente vacía. Detrás de un mostrador de madera vieja, un hombrecito de barba blanca y larga, me sonrió al verme entrar.
–¿Usted, de verdad, vende sueños?–le pregunté
–Claro que sí, este es mi negocio.
–¿Negocio? ¿Y cuánto cobra usted por un sueño?
–Nada en forma de dinero. Yo le vendo a usted el sueño que más desearía tener y usted me da a cambio lo que más estima poseer.
No sé que sucedió, que desperté de aquella especie de ensoñación. Rememorando lo sucedido, me dije a mí mismo: Hubiese sido, en cualquier caso, una mala compra, pues nada puede reemplazar la autoestima.
(JDD 2002)
TIEMPO
Observo, tiempo cómo pasas delante de mí. Hoy vas vestido de andrajos. Como si quisieras dejar constancia de tu ironía, llevas prendido de la solapa un clavel rojo. Tu pálida faz la has retocado con lo que supongo una mezcla perfecta de los colores del arco iris; o sea, de blanco inmaculado. Intento pararte, pues quisiera hacerte una pregunta. Pareces dudar y, sin detenerte por completo, te acercas a mí describiendo círculos en torno mío. Yo debo girar y girar para no perderte la cara. Y te hago la pregunta: «¿De dónde vienes, tiempo?» Tú me sonríes y contestas: «Del mismo lugar donde te engendraron, naciste, fuiste niño, joven y hombre maduro; yo aparecí en cada uno de tus momentos; soy como el resplandor de cada uno de esos momentos».
Y el tiempo se alejó para seguir pasando delante de mí. Ya no pude preguntarle por qué iba vestido de vanidoso payaso.
(JDD 2002)