¿Y si me muero?

Ayer leía algunos párrafos de un libro (que no es mío) que resumían el contenido. Hablaban de que la muerte no es el final, sólo el principio. ¿Qué venía a decir? Según el autor, la vida sólo es el traje que envuelve al alma, que con la muerte, ésta se libera de esa envoltura y realiza una plena existencia en otra dimensión. Que la muerte no debe ser motivo de preocupación sino de esperanza. Y que entiende que lo sienten los deudos que sí echarán de menos al que se muere. Fin de la cita, no había motivos para seguir leyendo.

Y no es que yo desprecie aquello en lo que no creo, sólo que tampoco estoy obligado a comprarlo.

Ser escéptico, del latín o del griego, es «la persona que duda o desconfía de la verdad, eficacia o posibilidades de algo, especialmente de las creencias comúnmente admitidas.» Esta definición, que no es mía, se me ha quedado corta. Escéptico, sinónimo de incrédulo quedaría más completa; quitaría la duda y la desconfianza.

El tema, sostén de muchas personas ante la muerte, está perfectamente aceptado no sólo a nivel individual, sino que engloba una máxima que aglutina a seguidores fervorosos, sectas, la razón de las religiones. Todos estos grupos en el fondo se apoyan los unos a los otros para que no flaqueen a nivel individual y mantengan la idea de algo que debiera ser universal en la razón de vivir de los seres humanos en su conjunto.

No seré yo el que escriba un manifiesto llamándolos ingenuos. Mi no creencia no se apoya en ninguna verdad absoluta. Un buen escéptico jamás habla de verdades absolutas. Dejarlos a su aire y que me dejen, es lo único que pido.

Preguntaba en el título de esta entrada qué, si me moría. La respuesta a la que estoy obligado sería: que habría muerto. Y no tengo más que decir.

2 respuestas a «¿Y si me muero?»

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