El tiempo, inexorable, nos va marcando el reloj de la vida. No tiene minuteros ni segunderos, es como un reloj de arena que se nos dio lleno y se vacía continuamente, a unos le queda por pasar arena, a otros vemos que queda poca. Mientras esto sucede, nosotros estamos inermes, podemos detenerlo si lo rompemos, pero es imposible si nos limitamos a contemplarlo. Tampoco podemos ralentizarlo ni acelerarlo, podemos, sin embargo, invertirlo, volver atrás recordando, pero el reloj de arena también, en este caso, nos indicará cuándo comenzó todo para nosotros, ¿vale la pena? No sé, la nostalgia sólo es un sucedáneo de vida. Podemos hacer algo que, sin ser un consuelo, sí reafirma una voluntad positiva que justifique la arena que nos queda: el carpe diem llevado sin nostalgia ni desespero. Si lo conseguimos, podemos romper el reloj de arena y guiarnos sólo por las estrellas del tiempo eterno.
Haced lo que podáis, queridos.
José