Cuento sin mala intención

En abril de 2019 me quedaría solo en casa. En mi cabeza comenzaba una especie de efervescencia sobre la oportunidad que me brindaba tal situación. Internet me ofrecía citas a domicilio. Me gustaba cocinar, disfrutar de una denostada soledad que a mí me atraía. Pero nada de eso me hacia sentir inquieto. Como un monotema recurrente, algo se fijó en mi cerebro: coincidiendo con la Semana Santa, ella estaría libre, le ofrecería pasar unos días conmigo. Si aceptaba, intentaría que me secundara en un deseo que siempre se había quedado en pensamiento. Íbamos a vivir juntos una aventura, no ya erótica, profundamente sexual, quizá algo más, vital. Mi casa por esos días la convertiría en templo de los asentidos. Contaba con mis limitaciones, las clásicas en un viejo versus una joven, pero aunque estuviese plenamente dotado, tampoco sería una perfomance nada original. Tenía que apelar a mi imaginación para que me diera pautas nuevas, no restrictivas para según qué edad. Y a ello comencé a dedicarle tiempo, porque improvisar algo así te puede arruinar el intento.

Si algo no encontré habitual en las prácticas sexuales, después de visionar múltiples videos porno, tampoco recordando películas o lecturas eróticas, fue de qué forma podía yo penetrar, a través de la vagina, todo mi cuerpo en el cuerpo de mi compañera de juegos. Esto, que parece una barbaridad, es la culminación del acto sexual. Cuando se penetra a una mujer, con tu pene, con tu lengua, con los dedos. Y ella goza en el intento, más cuanto más profundo, y tú te esfuerzas en llegar a lo más profundo, lo que está sucediendo es el deseo de penetrar y ser penetrada en la totalidad de los cuerpos. El orgasmo es la culminación de ese deseo, deseo frustrado por la incapacidad física. ¿Cómo, pues, superar esa incapacidad física y lograr que se obtenga la suma satisfacción de fusionar dos cuerpos que vivamente se desean?

No te retires cuando tu cuerpo se frustra en el intento. Abraza a tu pareja con fuerza creciente, hasta que sientas, hasta que sienta dolor. Los medios utilizados para abrir camino ya no sirven, fueron los adelantados en la exploración que acabó cuando el camino se cerró en angostura y se batieron en retirada. Ahora son los brazos los que protagonizan el intento, hasta que sus músculos se aflojen llenos de ácido láctico, de creatina, y si así no lo consigues, mejor caminar en solitario.

¿Le parecerá suficiente a ella? Lo intentaré, no dispongo de otros recursos que nos haga gozar intensamente y de forma inolvidable. Lo ya conocido se olvida, o se reemplaza.

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