22 de julio es un docudrama que refiere los hechos sucedidos en Noruega en esa fecha del año 2011. Un ultraderechista radical, nazi por más señas, es el encargado de causar la mayor matanza que había ocurrido en ese país: 77 muertos, 300 heridos.
El fondo del asunto es un alegato de la sociedad bajo el imperio de la ley, de una ley democrática y humanamente sostenible. Noruega pasa por ser un ejemplo de esos postulados. Pero en todas partes cuecen habas y, cómo no, también Noruega tiene su garbanzo negro.
Viendo la película, por lo demás sobrecogedora , uno termina preguntándose si narra asépticamente un hecho real o se aprovecha del río revuelto, ganancia de pescadores, intentando meter gato por liebre al convertirla en qué malos son ellos y qué buenos somos nosotros. Muy sencillo, tan sencillo que se les ve el plumero.
Aceptando desde ya, que nada justifica una tal matanza, en nombre de lo que sea y por las razones que quieran darnos los terroristas de todo pelo, resulta muy sospechoso que el final se rubrique con «nosotros hemos ganado, vosotros perdido», refiriéndose al objetivo final del terrorismo. Y resulta que el balance de esa guerra es 77 muertos inocentes de una parte y, de la otra, un perdedor en la cárcel, de por vida «mientras» suponga un peligro para la sociedad a la que ha atacado, y que, apelando a los derechos humanos y constitucionales del país , a la ley, a la democracia, a la civilidad, el individuo será protegido de la venganza, vestido y alimentado, cuidada su salud y facilitándole que estudie y se haga un hombre de provecho. Suena bien, ¿verdad?
Imaginemos ahora que cada uno de nosotros o nuestros hijos, amigos hubiera estado en aquella isla, donde todas esas proclamas bienintencionadas fueron subvertidas, y nos preguntaran qué querríamos hacer con el causante de nuestro dolor o muerte. Sí, ya sé que pocos diríamos: «que lo degüellen, lo ahorquen, lo ejecuten en la silla eléctrica, que me lo dejen a mí». Políticamente correctos, todo lo más que diríamos sería: » que se pudra en la cárcel», un eufemismo si no va acompañado de un «¿de qué forma pudrirse?» No responderíamos, pusilánimes y comiéndonos nuestras propias entrañas de impotencia.
En fin, son las cuatro de la madrugada, parece que me regresa el sueño, mañana, cuando me despierte, pensaré con calma qué habría hecho yo.
Me he levantado ojeroso, mal dormido, con dolor en las articulaciones. Dije qué habría hecho yo en un caso así, y no soy capaz de personalizarlo, será porque no se puede teorizar sobre el dolor sin haberlo sufrido. Pero sí puedo tener una opinión del efecto-causa referida a la sociedad en la que están sucediendo estas cosas con frecuencia: mientras «los buenos» sigan poniendo los muertos, que no me jodan diciendo que vamos ganado y ellos perdiendo.