Dr. House, punto y seguido

Decía en una entrada anterior que Dr. House era un cabrón pero, también, un genio. Decía que siendo un genio, se le podía disculpar ser un cabrón y tenerlo como un paradigma .

Los guionistas en algún momento debieron pensar. «no va más, el tema está agotado». Y, efectivamente, ya venía siendo una reiteración los capítulos que se acercaban al final de la serie. Sólo mantenía el interés por la imprevisibilidad   del final.

Pero los guionistas tenían una cosa clara: el final no podía ser desolador para los que habían terminado empatizando con el cabrón Dr. House, un House extremo, como un monstruo de cómic.

El final, no quiero pecar de spoiler, ha sido de una incoherencia casi infantil, teniendo en cuenta el sólido personaje.

Si yo hubiese guionado ese final, el Dr. House no habría terminado como ha terminado. No habría desaprovechado un genio, poniendo punto y final a la serie. Habría creado una nueva serie pariendo de ésta, en un nuevo escenario para que la comedia continuara con el mismo personaje. Los prohombres históricos, y House podría haberlo sido, no terminaron incoherentes, al contrario, su final fue siempre una rúbrica a su coherencia. Podría haber pecado de reiteración, pero si le daba un giro sustancial a su vida, sin dejar de ser un genio, el personaje podría haber alcanzado la inmortalidad.

La inmortalidad, como ha dicho Woody Allen  alguna vez: “No quiero alcanzar la inmortalidad a través de mi trabajo. Quiero alcanzarla a través de no morir”. Pero se trata del desideratum de un personaje real, que tras su muerte se irá  diluyendo en el olvido de los mortales aun vivos. Dr. House es un personaje de ficción, y a un personaje de ficción se le puede conceder la inmortalidad sin otro requisito que no haberlo dejado morir de forma incoherente.

Tenemos muchos personajes en la literatura que gozan del privilegio de la inmortalidad. Bien porque sus autores les permitieron el don de la reencarnación continua, como la saga de Valdar el hijo de Odin, escrita por George Griffith, que muere y renace no de forma natural, sino en el sueño, del que despierta en otra época.

Dorian Grey no es el mismo caso. Oscar Wilde permite envejecer a su personaje a través de su retrato, pero Dorian se revela contra el autor y le obliga a que si tiene que envejecer, y consecuentemente morir, que lo haga con su alma, y él siga por siempre bello, joven y libertino. Todos los mortales de verdad, agradecieron a Wilde que les diera la oportunidad de emular  la posibilidad de ser inmortales como Dorian.

En fin, que el Dr. House, personaje de ficción, tenía muchas posibilidades de ser inmortal, pero sus guionistas, quizá incapaces de saber cómo hacerlo, lo jodieron con un final incoherente, algo que no perdonan los humanos, siempre a la búsqueda de otros humanos que consiguieron la inmortalidad, aunque fuese vendiendo su alma o renaciendo en los sueños.

Estaré atento, porque los autores del Dr. House, quizá  lean lo que que aquí escribo, y se digan: «coño, podemos hacer inmortal al Dr, House», y se pongan manos a la obra.

 

 

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