Eran las 8 de la mañana. Me desperté. Sentí que su aliento maquillaba mi cara. Esa noche habíamos hecho el amor tan frenéticamente que me quedé exhausta. Me dormí y soñé que seguíamos ensayando nuevas formas de extraer placer de nuestros cuerpos.
Eran inverosímiles, pero conseguían que mi sexo siguiese lubricado. Le miraba como el que mira los misterios de una flor. Su rostro sereno, respiración profunda, ojos cerrados que no eché en falta; no quería que me viera, era como un cuadro que sólo se mira y no te ve. Analizaba todos los pliegues de su piel buscando huellas de su esfuerzo por complacerme. De verdad que le estaba agradecida. Cualquier hombre que no fuese un actor porno habría ido por la vía rápida en un orgasmo semi precoz. El no, se mantuvo en forma todo el tiempo que yo lo necesité, y fueron horas. No recuerdo cuantas veces sentí que el placer me convulsionaba hasta ahogarme. Y lo mejor de todo era que aquel cuerpo jamás me fallaría, o quizá en algún momento tendría que hacer algo para mantenerlo en forma, pero nunca sería cuestión de desafección o que ya no tuviese nada que ofrecerme. Me sentía afortunada después de lo que me había costado conseguirlo. Ansiedad, tiempo, temor, fueron los ingredientes en una espera que se me hizo eterna. Cuando al fin lo tuve cerca, temblaba como una jovencita frente al primer chico que le gusta.
Con torpeza lo desembalé; eran los nervios. Ya sólo me quedaba levantar la tapa de la caja. Me quedé extasiada mirando aquel cuerpo perfecto, nunca antes soñado ni en mis mejores delirios. Sobre el vientre había un manual de instrucciones. Ávida lo cogí y lo abrí. Enseguida comprobé que era fácil dominarlo: para empezar, conectarlo a la electricidad y apretar un botón, del resto se encargaba un sofisticado software. Los fabricantes habían pensado en todo, debían saber que los tiempos de espera son fatales para una lívido excitada. Me desnudé sin dejar de mirarlo. Lo tomé en mis brazos y me lo llevé a la cama.
JDD 2012