conmigo mismo

Como culebra que se enrosca en sí misma, plegando su ataque al miedo a sucumbir, así el hombre, yo el hombre, me deslizo fatalmente al interior de mí mismo. Sucede en el Universo. Todo se fagocita, todo lo que te pertenece, y ya nada escapa a la “introversión”. Cuanto se espera de mí, se convertirá en el residuo fétido de una digestión de la que se esperaba un eructo de satisfacción. Y así, el mundo dejará constancia de que todos sus hijos fueron huellas que marcaron su fisonomía. Yo no lloro, yo sólo sangro, y es una forma de morir menos estúpida.