Cosas (reeditadas)

¡ Levántate, cabrón! Acércate a esa rosa sin romperla, aspira hasta que llenes de su perfume todo tu cuerpo, verás que la vida tiene al menos olor. ¡Levántate, cabrón! Acércate a esa rosa sin romperla, lame el rocío de sus pétalos, verás que la vida tiene al menos sabor. ¡Levántate, cabrón! Acércate a esa rosa sin romperla, abre tus ojos y contempla, verás que la vida tiene color. ¡Maldito cabrón, has roto la rosa! (JDD 2002)

***

¡ Mendigo asqueroso! No puedo soportar tu visión, ahí, postrado en cuclillas, con la mano tendida, mostrando la mugre, uñas largas y negras, una mano inerte, y esa barba que te nace sin ganas, y esos ojos que parecen no mirar nada, y esos pies descalzos, ensuciando el pavimento, y ese olor nauseabundo que atrae a las moscas coprófagas. Y todo tú, desecho humano. ¡Qué imagen tan deprimente! Si no me causara repugnancia tenerte de cerca, te preguntaría: ¿qué comes, qué bebes, cómo duermes, qué piensas de tu existencia, qué sueñas, cómo amas, viajas más allá de la ciudad donde te pudres, crees en algún dios redentor, has leído alguna obra maestra, escuchado una sinfonía, visitado un museo de pintura, sabes qué es Internet, una lavadora automática, un microondas, un frigorífico, un colchón anatómico, after shave, desodorante? No, no quiero tú respuesta; sé que me dirías: «deme una limosna o déjeme en paz». Y yo habría de responderte: mira, al menos puedes disfrutar de algo que yo no tengo: paz. Por eso te odio más, maldito . (JDD 2002)


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