De la dignidad perdida

¿Cuántas cosas podemos decir de nosotros mismos y no nos atrevemos? Nadie puede conocernos mejor, nadie llegó penetrar en el alma de otro y ver lo más recóndito. A veces sorprendemos a los demás cuando descuidamos nuestra intimidad. Podrán decirnos: te conozco, sé cómo eres, no puedes engañarme. Se habrán acercado a nosotros por un descuido puntual, pero volveremos a ser impenetrables en la esencias de nuestro yo privado.

IhLa dignidad es el respeto que exigimos a los demás con nosotros mismos. ¿Podemos perder la dignidad a solas con nosotros mismos? Quizá, en este caso, no se llama dignidad, quizá sea autoestima. Y si uno cree haber perdido la dignidad, o llámese autoestima, ¿ lo debe mantener en secreto? Pongamos un ejemplo: «la noche pasada, mientras dormía, no pude controlar mis esfínteres y me cagué en la cama». Obviamente la pérdida de dignidad estaba clara y, si se quiere, también la autoestima. Esto, que es habitual en los bebés, los enfermos terminales, o postrados debido a una incapacidad para moverse por sí mismos, no supone pérdida de dignidad ni autoestima. ¿Cual es la diferencia? En el ejemplo que doy, es seguro que trataría de borrar la evidencia, pasando a ser un secreto que sólo a tu médico confesarías para que te devolviera la dignidad, después de averiguar la causa y ponerle el remedio.

Bueno, pues tendré que ir al médico.

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