En lo foros político-literarios o literarios a secas, si no aparecías como un huracán te ignoraban. Pero hacerlo también tenía sus desventajas: te amaban de forma sofocante o te odiaban con violencia verbal. Cierto era que no parecía que hubiese otra forma de hacerte notar. No importaba que escribieras páginas sublimes o textos inocuos, que nadie te dedicaba unas palabras reconfortantes. Si yo hubiese padecido de ignorarme, no habría durado en el foro una semana. Me di cuenta que se podía hacer literatura que rompiera con las formas, sólo había que elegir temas sagrados, bien fuese religiosos o de costumbres acendradas en las ideas; romper con las formas. Con esta disposición conseguí que me siguieran legiones, bien para confesarme su admiración o para censurarme con las peores vejaciones. Nada de eso me importaba, sólo me preocupaba que me ignoraran.
Algunas cosas que envié a los foros, al parecer, nunca habían sido expresadas en letra impresa. Por supuesto que hoy no estoy orgulloso de ellas, pero si por entonces cometí excesos, estos forman parte de mi historia; recordarla es el principio de no repetirla.
MONÓLOGO MISTICO CON DIOS
OYE, DIOS, HOY ESTOY DE MALA HOSTIA CONTIGO, ¿SABES? Y ME IMPORTA TRES COJONES SI TE SABE BIEN O TE SABE MAL. ESTÁS UN POCO PASOTA CON ESTE JODIDO MUNDO, AL QUE DEBES MIRAR COMO YO MIRO UNA CAGADA DE MOSCA. Y NO ES QUE ME IMPORTE POR LOS DEMÁS; LO DIGO POR LO QUE A MI ME ATAÑE: HOY ME HE MIRADO AL ESPEJO Y ME HE VISTO HORRIBLE. LA PRÓXIMA VEZ QUE HAGAS ALGO A TU IMAGEN Y SEMEJANZA, A VER SI TE PONES LAS PILAS, QUE ÚLTIMAMENTE NO CREAS MÁS QUE MONSTRUOS.
Tú, Dios, llevas esto de ser el Ser Supremo con demasiada prepotencia, y diría que con una pizca de tiranía. Los prepotentes suelen ser unos fatuos, y los tiranos unos cobardes; necesitan a muchos servidores fieles para sentirse seguros.
¿O fui yo un mal tropiezo de tu mente creadora? ¿Se bebe ahí donde tú moras? ¿O es que estás viejo? Sea como sea, la jodiste conmigo, tío; no podrás presumir de ser perfecto. También es muy probable que sólo te divierta, como divierten las críticas de los bufones a los todopoderosos. No os preocupéis por mí, paisanos; tengo asumido que ya no me hará más mal que haberme dejado nacer para hacer de mí un esclavo.
¿Hubo alguien que te hablara así? Usaré el viento como mensajero. Quizá te alcance allí donde te escondas. Hablaré de tiranía para acusarte. Y si alguien se une a mí, que no salga en procesión reverente, encogido de temor e impotencia. Y cuando sean muchos, no estaría mal que, después de acusarte, salgamos todos en manifestación ruidosa de descontento. Por ellos mismos y por los demás. Por todos. Para que no jodas tanto como jodes sin que nadie te lo diga. ¿Podré hacerlo?
Viento, viento, sé mi mensajero, aunque contigo me responda con el rayo que me parta. De las infinitas cosas que creaste, yo soy la más inútil. Podrías prescindir de mí; no te pedí que naciera.
Ya me he levantado y no ha pasado nada. ¿Qué me reservas de tu refinamiento para torturar? Pues mira si te das prisa, porque te voy a poner a caer de un burro. Aquí uno dice que digas «NO A LAS DROGAS». Y tú no vas a decir eso, ¿verdad? Después de montar el cártel del opio del pueblo, o sea la Iglesia, cómo vas a ir en tu contra… !Qué se joda el pueblo si tiene vicios!, dirás, después de tirarte el último pedo en El Salvador. ¿Pero qué te ha hecho esa pobre gente? Pero si te adoran, te veneran, te cantan, te rezan, se humillan de rodillas ante ti. Y tú, ¡agua va!. ¿Por qué no te cagas en La Gran Manzana? Allí no, claro; los gringos te pueden mandar un misil atómico y joderte el pavimento de tu casa, o en el Vaticano, La Meca, y en otros lugares donde tienes tus embajadas. Sería como tirar piedras contra tu propio tejado, ¿verdad?
En fin, ¡QUÉ ASCO DE SPOT!, dice uno por ahí. Seguro que es un lameculos tuyo, un agente ideológico a sueldo. ¡Chingada madre contigo!, como dicen algunos por no poner la mierda en la boca.
¿Y éste? ¿Qué te ha hecho éste para que le jodas las neuronas de esa manera? Convertir este monólogo en una ecuación matemática de mecánica cuánti… Hay que ver contigo, ya no sabes en qué dar para divertirte. Y Dios está en los pucheros, dijo otra de tus criaturas, seguramente porque vio en el fondo un poco de carne… Pero, éste de la tercera de la termodinámica tiene algo de razón. Porque la entropía no tiende a infinito, sino a cero. O lo que es lo mismo: tu universo se irá al carajo. ¿Y luego, qué? ¿Aprenderás de tus errores? ¿Harás algo estable, plácido, eterno como tú? ¿O es que no puedes? Pues si no puedes, deja ya de dar el coñazo con el «creo en Dios, todo poderoso, etc. De todo poderoso, nada de nada; un chapuzas, eso es lo que eres.
¡Y éste? Todos los anarquistas son así de simples. Parece mentira que no se dé cuenta y haga esa pregunta inocente. ¿Tú, Dios, qué le dirías? «¡¡¡Qué te mando de nuevo la Inquisición!!!» Los anarquistas por lo general no creen en ti, pero a veces se preguntan para ver qué piedra han de coger.
Prometo quererte si haces una machada que, mira tú, a mi me entusiasmaría. Tírate un pedo todopoderoso debajo de los cimientos del Vaticano. Y que se abra la tierra y se lo trague. No importan las obras de arte que contiene; los pobres pasan de ellas. Todo, y con las obras de arte, los cien mil curas, las veinte mil prostitutas, los monaguillos chaperos, las monjas lesbianas, el oro, el incienso y la mirra. Y las vírgenes que parieron a tu hijo de cesárea, sin romperlo ni mancharlo; pero ¿qué tenía el coño de María que no tuviera el de las demás? Ganas de distinguirte la tuya.
Bueno, sólo es una sugerencia para redimir a este pecador. ¡Aleluya! Tu representante en la Tierra reza arrodillado en un reclinatorio de terciopelo rojo, vestido de pontifical y calzando zapatillas bordadas en oro. Te pide clemencia para los miserables de la tierra. Algo es algo. Quizá te distraiga de tu macabro capricho.
Mira, Dios, lo que dice ésta. Otra activista tuya que viene a desacreditarme de esa forma subliminal. Tienes legiones desacreditando a los ateos. Pero yo no soy un ateo. Por no ser ateo no soy ni creyente. Cree en ti el que no tiene en otra cosa que creer. Y puestos a creer, te idealiza. Así no tiene que desayunarse con los sapos con los que yo me desayuno: que si eres esto, que si aquello, todo en plan eres mi guía, mi esperanza, mi consuelo. ¡Y un huevo! Anda, dile a esta lectora empedernida que lea una obrita (como dice uno por ahí) que yo te dediqué para desenmascararte. «Salmos por un cuadro», y está completa en mi WEB.
¡Quién cojones será ese Goytisolo! Seguro, alguien que tú has mandado para despistar.
Yo, diablilla, (no interrumpas), es que estoy dirigiéndome a Dios. Si me distraes, él va aprovechar para hacer alguna de la suyas. Pregúntame lo que quieras en otro «topic», que a ti te responderé.
Como te decía, Dios, todavía, si quieres, puedes ser un tío guai, o sea, un tío cojonudo, pero…
Lo mismo te digo, querida Tancredi: déjame que hable con Dios. Cuando se está en plan místico, como yo ahora, no se está para otra cosa. Además, ahora sé que lo tengo interesado. Quiere saber hasta dónde llega mi osadía. Al principio le pareció divertido, pero ahora veo que está torciendo el morro y me manda una señal: me he levantado con una tortícolis de tres pares de cojones.
Te digo, Dios, que eres un sádico. Éste, que dice ser Marcial, lo tienes zombi perdido. Delira. Le diste el don del habla y no le sirve más que para decir sandeces con apariencia de inteligentes; claro, que a lo mejor lo haces para que otros imbéciles digan:¡Qué grande es el Señor, Dios; que grande su obra el hombre! Sí, todo es cuestión de publicidad subliminal. Y no digas que no; ahí lo tienes, repartiendo octavillas de dos en dos, con un lenguaje que debe dejar boquiabiertos de admiración a tus más fieles.
Te voy, Dios, a dejar por imposible. Estás sembrando ya cizaña entre yo y mis amigos, confundiendo lenguas, creando malos entendidos; son tus tretas bien conocidas: «Líbrate de meterte conmigo o te mando al Hombre», dices. No los perros, sino el Hombre. No, contra el Hombre nada puedo hacer, así que mejor me rindo.
P.S. Recuerdo que entre los muchos miembros de aquel foro que manifestaron su parecer, uno de ellos, que se declaro ser religioso de profesión, me dijo: «Bravo, José, ya quisiera yo que todos los que se dicen creyentes, tuviesen la osadía de creer en Dios como tú lo has hecho; desde luego no estoy yo entre ellos.» Se equivocó en un detalle: yo no creía en Dios, o no creía en el dios en el que creían ellos.