Mi magnum opus

Queda bien el título. ¿Qué significa ese latinajo? No miréis en Internet, yo lo traduzco: «Mi obra maestra». ¿Por qué utilizo el latín? Pues porque eso hace una secta de la Religión Católica al referirse al Opus Dei, la Obra de Dios, fundada por un tal Escrivá de Balaguer, y yo no iba a ser menos. Un poco más modesto y, simplemente, lo dejaría en «mi gran obra». De esta forma, todos pueden referirse a su propia gran obra, forma más subjetiva. ¿Y cuál sería mi obra maestra, o mi gran obra? Todos venimos a este mundo con el deber de justificar nuestra existencia, de lo contrario sólo seríamos un accidente de la naturaleza. No hemos nacido artistas ni nos hemos hecho, así que, lo más probable, es que nuestra obra maestra no la hayamos podido lograr, aún. Pero nuestra gran obra sí, todos. Y como el título se refiere a mi magnum opus, debo definir mi obra maestra, sin complejos.

Descarto de entrada una creación literaria por obvias razones, nada de lo escrito por mí ha sido reconocido universalmente como una obra maestra, condición sine qua non para que una obra sea catalogada como maestra. Maestros de la pintura, maestros de la literatura, de la música, etc. alcanzaron ese título porque crearon alguna obra maestra en su especialidad. Yo nos soy maestro en nada porque no he creado, aún, esa obra maestra que resultará, luego, imperecedera. ¿Tengo que crear esa obra maestra para justificar mi existencia? Si para todos fuese así, la obra  maestra de cada uno sería un apellido, no el nombre, no abría alumnos, sólo maestros. No me preocupa, por tanto, morirme sin mi obra maestra en el epitafio.

Mi gran obra podría ser otra cosa, al alcance de muchos humanos, sino a todos. Si digo «mi gran obra», lo estoy subjetivando, mi gran obra para mí. Esto no justifica mi existencia ante los demás, sólo ante mí. Y ya podré morir tranquilo, y no como una contingente mierda, que pudo ser o no ser. Tampoco es necesario que me sienta orgullosos o frustrado, pues mi pensamiento endogámico tiene recursos para narcotizarme y no sufrir.

Y es que, pensándolo bien, me importa tres cojones haber nacido por y para algo o una ocasión perdida de la naturaleza. Ya sé como terminará todo, para el maestro y para el alumno, la vanidad no es uno de mis defectos en la magnum opus dei  que me creó. Suponiendo.

 

 

 

 

 

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