–Abuelo, qué estás haciendo?
El niño, de ocho años, entró en el estudio donde un hombre encorvado sobre un teclado trataba de sacar una sinfonía a su corazón. En la pantalla, unos primeros versos. Había leído que la poesía es un pecado de juventud y que un poeta viejo es un monstruo. Había escrito todos lo géneros, pero nunca poesía. ¿Quién mejor que un viejo para describir la ternura?, se dijo. Y quiso probar que el monstruo era quien había sentenciado esa frase.
–Estoy escribiendo un poema –dijo el viejo
–¿Y qué es un poema, abuelo?
–¿Nunca oíste hablar de la poesía?
–Sí, de la poesía, sí. Leemos poesías en el cole, y la Seño nos las da para decirlas en la fiesta de fin de curso.
–Bueno, pues la poesía se hace con poemas. Y los poemas con versos.
–¿Y a quién le escribes tu poesía?
–A una niña ya mayorcita, algunos añitos más que tú. Una gitanita a la que obligaron a casarse con un hombre que no quería.
–¿Y cómo dices?
–Todavía estoy empezando a escribir mi poema, pero ya lo tengo guardado en mi cabeza. Te leo:
Revuelo de campanas
Tocando están a boda
Visten la niña de blanco
Y él prepara la alcoba
–¿Qué es revuelo de campanas, abuelo?
–Ahora no se hace, pero cuando yo era un niño, en mi pueblo había una iglesia que tenía un hermoso campanario con campanas chicas y grandes. Cuando había una boda, y en otras ocasiones, le daban vueltas a las campanas, todas a la vez, y sonaban muy alegres, anunciando algo bonito.
–¿Una boda es algo bonito?
–Depende. Pero las campanas no saben distinguir
–¿Y quién es el que prepara la alcoba?
–El novio. Pero no me preguntes y deja que continúe.
El viejo vuelve al teclado, mientras su nieto mira el desgranar de letras en la pantalla
Revuelo de campanas
Están tocando a boda
La niña piensa en corceles
Y él prepara la alcoba.
–Abuelo, has vuelto a repetir lo de las campanas y tocando a boda.
–Sí, cariño, ya lo sé. Es que es así. Lo hago para darle importancia a las campanas que están tocando a boda, y también para que no se olvide.
–¿Y qué son corceles, y por qué la niña piensa en corceles?
–Corceles son caballos jóvenes. Es como si dijera que la niña pensaba en sus amiguitos.
–Bueno, sigue, abuelo.
Revuelo de campanas
Tañendo están a muerte
Tú, niña, yaces de espaldas
Él no pensaba en quererte
–¿Qué pasó, abuelo? ¿Se murió la niña?
–Así es, pequeño. Pero no te lo puedo explicar. Algunos dicen que la poesía no se explica. Es algo que se siente muy hondo, como un quejido profundo para el que no hay palabras que lo expliquen.
–Antes decías que las campanas cuando daban vueltas era porque anunciaban algo bonito. ¿Es bonita la muerte de una niña?
–A veces, a veces es lo más bonito que a una niña le puede suceder.
–Decías, abuelo, que la poesía es algo que se siente. ¿Y por qué tú sientes eso que cuentas?
–Sucedió en ese pueblo en el que viví cuando tenía más o menos tu edad.
–Las niñas no se casan, abuelo.
–No deberían, hijo. Pero esto tampoco te lo sabría explicar.
–Pues no me he enterado del cuento, abuelo.
–No es un cuento, pequeño, es una poesía.
José D. Díez / 1 de Julio de 2005