el idolo de barro

Lo mataron los hombres. Pero hubo una vez un dios que, al decir de unos manuscritos hallados en un jardín de mi casa, no tenía cuerpo; es decir, era imposible representarlo con una figura, fuese del material que a mano tenían los hombres. Se dice en esos manuscritos, que era un dios bondadoso y justo, al que se le podía pedir cualquier cosa que no estuviese fácilmente al alcance. Los hombres se dirigían a él para casi todo, pero sólo obtenían lo que era justo. Y también se dice en esos manuscritos, que…
En una ocasión, el pueblo, que sufría una gran sequía, por medio de los sacerdotes que dirigían el culto, y a petición de todos, le pidieron que enviase pronto las lluvias o perecerían sin remedio. Y cuentan los manuscritos, que aquel dios bondadoso les mandó copiosas lluvias a tiempo de poderse rehacer. Los hombres llenaron multitud de vasijas, odres, estanques artificiales y pozos secos con aquel agua. Si volvía la sequía, al menos contarían con reservas para algún tiempo.
A dios aquel comportamiento no le gustó. Significaba una falta de confianza en él. Y decidió , por primera vez, castigarles, eso sí, sin hacerles mucho daño, que para eso era bondadoso.
El castigo fue que todo aquel agua que habían acumulado la convirtió en vino. Al principio todo el pueblo agradeció a dios que algo tan simple como el agua, ahora fuese vino, y se dieron a beberlo sin mesura. La borrachera era general, y hasta los niños apagaban su sed bebiendo de aquel vino.
Y el manuscrito sigue diciendo que cuando dios comprendió su equivocación, volvió a convertir en agua el vino que quedaba y dejó que las nubes descargaran de nuevo lluvia sobre las tierras.
Los hombres, cuando volvieron a estar sobrios, decidieron agradecer a su dios que velara por ellos, y muy arrepentidos por haber dudado de su dios, decidieron representarlo con una figura enorme hecha de barro, para poder dirigirse a él cuando les fuese preciso. La figura no tenía parecido definido con animal o cosa alguna, al no poder imaginar a un dios invisible. Si acaso, tenía de lejos un cierto parecido con una gigantesca seta, quizá simbolizando un techo protector. Tan grande era, que cabía debajo todo el pueblo.
Por un tiempo, todos, en alguna ocasión, se acercaron a aquella figura, y mirando para arriba, suplicaban por sus necesidades, que pronto eran remediadas.
Fue por un tiempo corto, porque sucedió que volvió a llover, en esta ocasión de forma torrencial, y con la lluvia, aquella figura de barro se desmoronó de repente, sepultando a todo el pueblo debajo. Quizá quedó uno, el que escribió la historia.
Si fue así o no, no lo puedo asegurar, lo que sí puedo decir es que, fuera de esos manuscritos hallados en mi jardín, yo nunca he vuelto a ver u oír en ningún medio, oral o escrito, que se refieran aquel dios bondadoso y justo.