La Paradoja de Stockdale, se refiere a un almirante norteamericano que estuvo prisionero durante 8 años en la guerra de Vietnam (1955-1975), en pésimas condiciones, torturado de manera reiterada y que, pese a todo, sobrevivió (Wikipedia). ¿Y por qué es una paradoja? Pues porque durante su largo cautiverio pudo observar que los optimistas, aquellos prisioneros que confiaban ser liberados pronto, morían de depresión al comprobar que sus sueños de libertad se convertían en pesadillas cuando despertaban a la realidad. Los pesimistas, en cambio, aceptaban con resignación su situación, se adaptaban a una realidad sin salidas previsibles y sobrevivían, Stockdale fue uno de estos.
Pero de esta paradoja no se puede sacar conclusiones excluyentes. Pesimista u optimista son dos actitudes que no deben llegar a ser el motivo por el que una persona muera o viva. En realidad ser pesimista es una actitud positiva tanto en cuanto se ajusta a un criterio motivado; ahora, con el Covid, casi todo el mundo es pesimista porque no le ven salida, eso no les lleva a ninguna depresión, aceptan las normas que se les imponen para evitar ser infectados y esperan, se adaptan a una situación que puede no tener una solución a corto o medio plazo. En esta situación, el optimista estaría condenado a morir por ignorar esas mismas normas que, de observarlas, su optimismo estaría justificado.
¿Qué vengo a decir con esto que parece una contradicción lógica entre dos proposiciones que parecen incompatibles? Se me ocurre que, para esta situación en concreto, procuremos no ser ni optimistas ni pesimistas. Pensemos que eso de llevar todos una mascarilla es una moda, como llevar bragas o calzoncillos. A fin de cuentas, desde que llevamos mascarilla, a casi todos nos iguala en eso que ahora está de moda: la protección de datos; nadie sabe quién es feo-fea, guapo-guapa. Los besos apasionados se siguen dando con los ojos cerrados.