¿Restos fósiles de animales prehistóricos?
Me apresuro a decir que no y, también, nada de lo que mis lectores puedan imaginar. ¿Tiene que ver con el título de esta entrada? No lo sé a ciencia cierta si habla de esclavitud o de dependencia.
Un esclavo es alguien que carece de libertad personal, que es propiedad de otra persona que dispone de su vida a su antojo. También se dice de alguien que es «dependiente» voluntario de alguien o algo, de lo que no puede sustraerse si ha de sentirse bien.
Una persona dependiente es alguien condicionado por algo o por alguien, pero no de forma esclavizante, puede disponer en todo o en parte sustraerse a esa dependencia.
Ambos términos tienen nexos comunes, voy a intentar separarlos en mi caso.
Si hay algo que me abruma, es descargar la cisterna del water y ver que no corre el agua, que no se lleva mis restos orgánicos normalmente a no sé dónde, que nunca me importó, luego parece resolverse por sí mismo. La sociedad me puso a mi ese servicio, servicio que pago, esa posibilidad impagable. Hasta aquí soy un hombre libre, no esclavo ni dependiente de mis detritus, salvo por causas propias, fisiológicas con solución.
Y sucedió. Esa mañana, y después de quedarme a gusto, pulsé el botón de la cisterna, Como siempre, me quedo observando el proceso. En esta ocasión desde el primer instante tuve la sensación de que aquello no iba como de costumbre. En lugar de tragarse el agua y lo demás con la fuerza de la succión, el nivel del agua comenzó a subir en la taza del water, el efecto Cariolis no apareció (El efecto Coriolis hace que un objeto se mueve sobre el radio de un disco en rotación, normalmente agua cuando se desagua), y aquello parecía una pequeña balsa emergente, perfecta para la flotación, perfecta para la observación permanente. Todo aquello que estaba acostumbrado a ver a diario y desaparecer, ahora parecía querer amargarme el día. Lo que veía era mío, sí, pero al apretar el botón de la cisterna le había dicho adiós.
Era un viernes. Un fontanero como mínimo podría venir el lunes siguiente. Yo no tenía otras ocupaciones y me dispuse a buscar la solución. En ese momento me sentí sólo dependiente, dependiente de un sistema que fallaba, sin experiencia previa para resolverlo. Pensé. Quizá metiendo una guía de fontanero que había utilizado antes para el fregadero de la cocina. Se tragó su longitud sin encontrar obstáculo. Algo más largo, concluí, y comencé a introducir un cable de telefonía con alma de acero. Metí y metí. Calculé que llevaba dentro más de diez metros y aún no había encontrado la resistencia esperada, aunque sí alguna. Lo saqué para comprobar si había topado con algo que podía aparecer en la punta, deduciría, así, que obstruía la tubería. Resultó un fiasco. El cable se había plegado, quizá en una curva, y la punta limpia. Se me ocurrió ir a la arqueta situada a treinta metros del water, fuera de la casa, allí descargaban los bajantes de las dos casas que luego usan un sistema común. Podía introducir una manguera hasta donde pudiera e inyectar agua a presión. Lo hice, pero sin resolver el problema en el primer intento. Pude meter una longitud de manguera algo superior al cable. Cuando ya no entraba más, la saqué con el mismo propósito, ver si me daba una pista del contenido del tapón. Y, efectivamente, el extremo de la manguera estaba impregnado de una sustancia indescriptible, parecida al jabón, de consistencia más sólida. Si era aquello lo que obstruía la cañería, sin acceso a ella por estar enterrada bajo la casa, el problema yo no lo podría resolver, quizá los fontaneros tuviesen máquinas para este tipo de problemas. Quizá el lunes pudiese quedar resuelto.
Me sentí dependiente de aquella «mierda» y acepté la esclavitud siguiente. Tenía todo el fin de semana para no sentirme un hombre libre , pero luchando por ganarme la libertad, que, al parecer, siempre te la debes estar ganando.
Lo que siguió fue una constante vejación. Cada intento por destruir aquel tapón era un fracaso. Podía, nunca mejor dicho, haber mandado a la mierda aquel asunto y esperar que el tiempo y alguien con medios lo resolviera. Pero no acostumbro a rendirme, amo la libertad hasta en los pequeños detalles, y durante horas seguí intentando destruir aquel tapón. Allí donde creía que la manguera topaba con él, yo la extraía y volvía a empujar de nuevo con más brío. Sólo al cabo de horas con ese procedimiento, en la arqueta sinfónica comenzó a aparecer unas cosas pequeñas, blanquecinas, que flotaban. Ya manchado de mierda hasta el codo, las saque con la mano para observarlas y pude confirmar que aquello bien podía ser el material que formaba el tapón. Aquella aparición y tener ya una clara evidencia, hizo que me animara. La manguera parecía la solución para destruir aquello que ahora me había convertido en esclavo. Y empujé y empujé. La libertad es un bien que ha de procurarse siempre, si no lo haces no tiene sentido tu vida.
Y como esperaba de mi denodado empeño, comenzaron a aparecer trozos más grandes cada vez de aquella materia, hasta que mi alegría fue la del ser que está prisionero contra su voluntad y de pronto consigue abrir la cerradura de la celda y poder, así, escapar a la libertad. Ahora ya aparecían trozos enormes, uno tras el otro que fui sacando. Había destruido el tapón. y el agua corría libremente. En la arqueta di la bien venida a todo lo que en la tubería se había acumulado, y puedo asegurar que aquella visión, lejos de de asquearme, me llenó de orgullo.
En la foto se puede apreciar la ingente materia extraída que me esclavizó durante horas. ¿La causa?, el jabón en polvo que se utiliza en las lavadoras de ropa.