Escribir

El proceso de escribir es harto complicado, incluso para los que han desarrollado el habito y aporrean las teclas casi si pensarlo. Por supuesto que nunca supe cómo lo hacían los grandes escritores, me remito a mi única experiencia.

Creo haberlo escrito alguna vez: cuando me pongo a escribir no tengo una idea preconcebida que luego desarrollo con mayor o menor fortuna. Tampoco una historia que elabore mi mente en sus aspectos elementales. Ni una historia escuchada y nunca escrita. Lo vuelvo a repetir: escribo una palabra y esa me lleva a otra y sucesivamente a una frase que ya quiere decir algo. A partir de ahí, ya comienzo a desarrollar una idea que se ajusta a esa primera frase. Una vez que comienzo a hilvanar algo que me empuja a seguir desarrollando lo que, finalmente, termino considerando que hasta ahí he llegado y no va más, doy por terminado el «asunto». Lo releo, corrijo y lo envió a mis pacientes amigos, por si les apetece leerlo.

Podría asegurar que no soy responsable de lo que escribo. La responsabilidad no nace de juntar palabras que terminan diciendo algo, poco o nada. En ese juego nunca pienso que voy a ganar ni ser juzgado por afirmaciones que se me atribuyan. Quede claro que son las palabras las que me empujan y que no puedo sustraerme a que, una vez escritas, digan algo inteligible; en ocasiones quisiera decir lo contrario, pero nunca encuentro las palabras adecuadas.

Quizá esta confesión sea extemporánea, y que debiera asumir lo que escribo como único responsable, pero da lo mismo. En ocasiones releo cosas escritas hace tiempo. La reacción es siempre la misma: ¿escribí yo esto? No moriría por defenderlo como mío.

¿Que no es una forma ortodoxa de escribir? Quizá. Será por eso que nadie en el futuro me recuerde como autor de tal o cual cosa. No me preocupa. Cuando muera, alguien, ya decidido, se ocupará de extraer de todo lo escrito algo que le parezca aprovechable, y será suyo en exclusiva, yo sólo le habré cedido las palabras.

Una respuesta a «Escribir»

  1. No sabía que se puede legar el talento. Si cuando te retires has elegido heredero, ojalá parte del legado sea esa pasión por las letras que te caracteriza hace muchos años.

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